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¡Explora, conecta y disfruta de nuestra rica historia visual!El «pericuchu» remozado
De entre los muchos elementos arquitectónicos que hay en nuestra villa, posiblemente sea “el pericuchu del rollo” el que durante más tiempo tuvo una relevancia e importancia para el statu de la localidad.
Si hacemos algo de historia hay que saber que nuestro “pericuchu” forma parte de esos elementos arquitectónicos que se dotaban a las poblaciones con cierta categoría, y que entran dentro de los calificados como picotas y rollos.
La picota, que parece ser que ya era una forma de ajusticiar en tiempo de los romanos, suelen ser de construcción granítica con pedestal, aunque también se utilizaron en sus orígenes de madera y tenían un carácter puramente de ajusticiamiento.
El rollo, como es nuestro caso, tiene un carácter más administrativo que punitivo, se construye como símbolo para dar crédito a una población con respecto a sus colindantes. Así marcaban a las poblaciones donde se levantaban con una categoría de realengo, señorío, concejil, eclesiástico…, normalmente en los rollos no parece que tuvieran lugar algún ajusticiamiento, y en nuestro caso particular, que se tenga conocimiento, así fue.
Según expertos nuestro rollo que es del tipo llamado por Bernaldo de Quirós «originario», debido a su arquitectura (un simple cilindro alargado que al terminar se aguza en forma cónica, erguido sobre el suelo, sin gradas ni pedestal, como columna dórica): en España hay pocos de este tipo.
Pero dejado a parte la introducción histórica, siempre necesaria, nuestro “pericuchu” ha servido durante mucho tiempo de ágora durante la época del estío en el que este se veía rodeado de las eras que los lugareños instalaban a su alrededor. En él se sentaban, barril en mano, quienes tendían sus mieses para sacar el poco o mucho provecho que les había dado la tierra. Cuántas noches en vela esperando a que el aire apareciera para ventear y separar el grano de la paja.
Otra función social que nuestro “pericuchu” bien podría contarnos, son los muchos besos y promesas de los novios aprovechando su acogedor pedestal y la oscuridad del lugar han tenido lugar bajo la mirada pétrea de sus ojos salientes como brazos extendidos.
Pero llegó la necesidad de dotar a Garrovillas de colegíos públicos, cosa más que necesaria, y ahí murió nuestro “pericuchu”. Quedó apartado de la vista de todos, de los lugareños, ya no servía a los visitantes para hacer constar que entraba en una población que en tiempo tuvo la capacidad de enjuiciar por aquellas prerrogativas dadas. Y con ello llego el abandono de nuestro “pericuchu”.
En los últimos tiempos cada vez que paseaba me acercaba y notaba como su enlucido se iba degradando, aparecían nueva pintura que afeaba y desmerecía lo que ha formado parte de nuestra historia. Incluso en algún tiempo alguien utilizó su nombre “pericuchu” para campar y medrar.
¡Pero oh sorpresa! Hace unos días me alegré de ver que se había picado su enlucido y se iba a proceder a su adecentamiento, así que he visitado en varias ocasiones nuestro “pericuchu”, y la sorpresa ha sido que hoy ya está felizmente terminado, además me parece una buena iniciativa que se haya pintado con los colores de la bandera LGTB o bandera arcoíris, esa que significa la diversidad y la libertad de elección de todos.
¡Ay pericuchu pericuchu, quién te ha visto y quién te ve, y quién te volverá a ver así!
Solo yo en mis devaneos.
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