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Mi pueblo y su gente: los tratamientos

Aquello que hace algún tiempo era lo normal y lo usual, hoy se ha convertido en rareza, intentaré demostrarlo sin cansar al personal.

El asunto que quiero contar no es patrimonio de Garrovillas, las singularidades sí.

Cuando yo aún gastaba ‘calzona’ por aquello de no haber llegado a la pubertad y no tener cañamones en las piernas, en casa de mis padres la primera persona que entraba, por regla general, era «tía María la del pan», y casi de las últimas «tía Concha la de la leche».

Tía Concha

Por aquellos entonces el tratamiento de tía y tío, al contrario que hoy en la jerga juvenil donde significa colega, era un tratamiento de respeto y de cercanía, así mi madre me podía mandar a llamar a mi abuelo en «c’a tíu Martín puenti» o a la «taberna de tíu Felicianu», yo me podía ir a jugar «p’al tallel de tíu Daniel», mi padre estar con «tíu Gillermu mandaera» y de paso pasarse por el estanco del «tíu Eladio»; para acompañar las giras era obligatorio llamar a «tíu Constanti» con la bandurria o a «tíu Agustu» con su Stradivarius. Esos tíos no tenían nada que ver con la consanguinidad, pero si con la proximidad y familiaridad; también designaban sin menosprecio a quienes tenían oficios sin mucha cualificación. Por cierto, yo para muchos sigo siendo «el nietu de tíu Antonio sabol»

Agusto (barriga)

El título de señor o señora, que era algo menos usual, se solía aplicar  a aquellas personas que tenían oficios o tiendas de cierto prestigio, así se podía ir a por un corte de tela al «Precio Fijo» que regentaba el señor Saturio, a por una bobina de hilo en «al comercio del señor Tomas»,  o sacar las entrada del cine de invierno en casa del señor Manolo ‘ligero’. Mi primera escuela, la de los ‘cagonis’, fue en «c’a la señora Petra». Hoy el título de señor se escucha casi exclusivamente cuanto se nombra al que murió en la cruz, a mí si alguien se le escaba llamarme señor no es que me haga mucha gracia, pero…

Si seguimos una escala ascendente en los tratamientos, llegamos al don, aquí sí que estaba limitado a los prebostes de la villa, léase curas: Don José y Don Camilo, médicos: Don Ramón y Don Amador, boticarios: Don Eugenio y Don Adriano, todos los maestros y por nombrar mujeres doña, Doña Juana y Doña Julia «la del correo», mi maestra; también quienes ostentaban más din que don, como era el caso de Don Felipe y Don David, escribo lo de Don con mayúsculas por aquello de la distancia; hoy, salvo al clérigo, a casi nadie se le antepone el don.

Cuando el negocio lo explotaban varios miembros de una misma familia y para no hacer distingos se solía pluralizar, bien con los apellidos o los motes, de esta manera las viajeras eran «de los giles»; los carpinteros eran «los guerrinas, los gonzález o los módenes»; las panaderías las regentaban «los prietos y los riberos»; en la construcción primaban «los candelas, los parros…; si necesitabas trabajo de hierro «los gordos o los carolas»; el comercio de coloniales era el de «los izquierdo» y en caso de productos de la tierra: piñones, almendras…, «los vitos».

Caso singular eran aquellos hombre que ejercían el noble oficio de sereno, que no eran serenos propiamente dicho ya que hacían la función de serenos y lo que hoy son los policías municipales, a estos entre la chiquillada y la juventud se les conocía por su mote: «machillu, el roju, el sastri, rumiona…», salvo cuando se trataba del inspector de los serenos, en este caso era «el señor Vicente».

Los serenos

También me llamó siempre la atención la facilidad que tenemos en Garrovillas para acortar y hacer más fáciles aquellos nombre propios que encierran cierta dificultad su pronunciamiento y por aquello de familiarizarse con quien lo lleva lo particularizan, es el caso de dos de los reyes  godos, Leovigildo que se convirtió en ‘Liovi’ o Wifredo que se conoce como ‘Uvi’, Efrén pasó a ser ‘Alfren’, Libertad se convirtió ‘Laliberta’, a Porfiria se le llamaba «la Pelfi», a María de la O se la llamaba «la Laó» y actualmente a Ascensión la de la chuces de La Plaza se le llama «la arcen», pero para rizar el rizo a Don Desiderio, aquel practicante de que nos vio las posaderas a todo el pueblo, pasó a conocerse como «Dondesi», que fluye entre la unión del Don y su nombre Desiderio.

 

Libertad (La Liberta)

Ascensión (La Arcen)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Wifredo y Luis (Uvi y el pollero )

Esto que ha querido ser una semblanza de otros tiempos no quiere decir que estos personajes fueran los únicos con estos calificativos y tratamientos, pero el espacio y la memoria es la que es, espero no haber levantado algún prurito por los motes y sí un recuerdo entrañable.

En esta ocasión voy a firmar la perorata como:

Julio Saavedra el hijo de «Diego el de la porcelana».

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