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Presentación de la novela ‘La Luria, el último viaje

  El próximo sábado 7 de junio, aprovechando las VII Jornadas por un Tajo vivo,  a las 19:30h, tendrá lugar la presentación de la novela ‘La Luria, el último viaje’ escrita por Felipe González Iglesias, autor de estas líneas. Dicha novela, fue presentada a las II Jornadas de Historias locales de Extremadura en 2010 celebradas en Garrovillas de Alconétar. No fue la ganadora pero sí sorprendió a propios y extraños por su fluidez. Con no pocos esfuerzon, por fin ha visto la luz y será expuesta el próximo sábado. 

 
La novela se remonta al año 1951 y a través de los años, cuenta los avatares y vivencias de Nicolás González Molano, uno de los últimos barqueros de La Luria, además de algunas pinceladas de la rica historia de Garrovillas.

 
Dejo aquí unas breves reseñas para que podáis subir a esta barca:
 
…»Me sorprendió la contundencia de su respuesta que dejó caer sobre la mesa como un fardo pesado amarrado hasta ese instante a su cabeza. La ligereza de su desahogo, hizo que levantara la vista hacia la mía y en un instante fugaz hablamos sin decir palabra. Su aliento también habló y decía que llevaba unos cuantos vasos de pitarra como el mío pero lo que tenía entre las manos era agua.
 
-Lo siento de veras ¿Estaba enfermo?
-Sí, de los años… -Me miró de nuevo- …era mayor, diez más que yo y tendré sesenta  y siete este verano.
-Pues se conserva usted muy bien… -Conseguí sacarle una sonrisa pero sólo de los ojos. El resto de su semblante era el mismo que al principio.
-Es por el vino. –Sentenció con la misma sinceridad que con lo de su hermano.
-Perdone la curiosidad pero lo que bebe es agua ¿No?
-Sí, es una vieja costumbre de aquí. En mi casa todavía se mantiene aunque sólo los mayores porque la juventud de ahora y los niños lo hacen cada vez menos…
-¿Cuál? ¿Beber agua después del vino? ¿Los jóvenes y niños también?
-No. No… -Por fin, ahora sí, un intento de sonrisa-  No tiene nada que ver con el vino y sí con el agua. Hace tiempo, cuando fallecía alguien en una casa, se acomodó la tradición de vaciar todos los recipientes de agua que había en ella puesto que se pensaba que el alma de un fallecido la buscaba para poder purificarse y limpiar sus culpas en ella. Para evitar cargar con las culpas del muerto por si alguien bebía del agua, sus allegados tiraban toda la de la casa hasta el día siguiente del entierro. Y ya ves, sin agua en casa vine aquí a saciar la sed de la pena con el vino y la del alma con esto. Espero que este vaso limpie la mía para que nadie acarree con mis faltas.»…
 
…»Jesús apuró el café y se marchó al embarcadero. Manolo recogió las escasas sobras de la comida y se fue a las cochineras detrás de la casa para echárselas a la pareja de cochinas puestas a recebo. Felipe, fatigado, se acostó en su cama y Concha que terminaba de fregar los cacharros, salía al portal secándose las manos con un mandil azul de florecillas.
-¿No te vas con ellos en la barca a cruzar a esa gente? –Me preguntó ella mientras señalaba a la barca con un gesto, cogía un par de sillas para sentarnos en la tranquilidad del portal.
-No. Ya tendré tiempo,  Concha ¿Qué le pasa a Felipe?
-¡Huy! Que está muy malito. Malo de verdad. –Respondía y bajaba el tono  con gesto serio al sentarnos.
-Cuando le vi aparecer con sus hermanos de vuelta de la pesca, se le veía con fatiga, con dificultad para andar y traía el bote ese de las lombrices como si le pesara un mundo; al acercarse le vi que tenía los labios morados y como ojeras, con la piel tan blanca como la leche y la respiración forzada.  –Le comenté.
-Lo tiene desde pequeño. Ya nació así. ¡Bueno, bueno! Si  lloraba se ponía azul  y los labios y las uñas moradas. Se asfixiaba por nada que hacía. No podía correr, ni jugar, ni darse un golpe, ni llorar. A ver cómo le dices tú a un niño que no haga nada de todo eso.»…
 
…»-¿Nos vas a contar lo del castillo?  -Preguntó curioso Manolo.
-¿Qué quieres saber del castillo?
-Todo lo que sepas.
-Te voy a contar, si nos lo permite el tiempo, todo de lo que me acuerdo. Pero antes debo recordaos algo sobre el puente Mantible. He de deciros que el origen de este puente es algo incierto pues distintos autores de renombre sitúan su nacimiento en diferentes fechas y diferentes padrinos y constructores. Muchos ponen su inicio en el siglo I otros en el II después de Cristo, unos se lo apadrinan a emperador Tiberio, otros al español Trajano y otros  a Adriano ayudado por el ingeniero Apolodoro de Damasco constructor del puente sobre el río Danubio de parecida factura a éste; lo  cierto es que fueron los romanos los que lo levantaron por la necesidad de cruzar el río para ampliar comunicaciones y expansión vía Híspalis (Sevilla) con Astúrica (Astorga). Fue verdaderamente una obra de arte caracterizada por sus sillares almohadillados, tajamares en flecha y espolón  aguas abajo de forma convexa, partía en el terreno desde cero en la vega, con leve inclinación hasta la meseta del murallón, los arcos eran escarzanos…
-¿Qué son los arcos escarzanos? –Me interrumpió Manolo lleno de curiosidad.»…
 
«…Qué podía decirle yo conocedor de su enfermedad, su principio y su fin. Qué consuelo se le da a una persona condenada en vida y con las facultades mentales de un joven de veintidós años a pleno rendimiento.
-Has de ser paciente y fuerte y debes hacer acopio de ánimos y disfrutar cada momento bueno que te llegue, con tus amigos, tu familia, tus hermanos.
Me miró a los ojos y una roja pavesa fugaz cruzó entre nosotros provocándole  una sonrisa de esperanza, luego se volvió hacia las siluetas del barco que faenaban en el centro del río y después hacia mí otra vez.
-Si no fuera por ellos, ya habría perdido las esperanzas. El estar aquí con ellos ahora mismo, aun pasando un mal rato por el frío y la tos, me da la vida, me hace sentirme útil. Cuando mi hermano tira del trasmallo, me mira y lo hace como si fuera yo o cuando el pequeño rema lo hace encantado, como si fuera yo. Me agarro con uñas y dientes a momentos como éste, con las mismas fuerzas que hago después por retenerlos, por repasarlos y sentirlos de nuevo. Te parecerá mentira pero aquí, ahora, muerto de frío, muerto de sueño, mojado, oliendo a humo, oliendo a río, cansado, asfixiado, amoratado, dolorido, a las cinco de la madrugada, con esta niebla y este aire que amenazan  a peores, aquí, ahora, soy feliz.»…
 
…»No terminó de salir bien el sol por encima del risco aún, cuando Nicolás, después de unas infructuosas recogidas en redondo de la red, notó algo de peso. En principio sospechó un temido agarrón como el de ayer pero al insistir comprobó que a pesar del peso, la red subía. Con mucha precaución, vislumbró lo que podía en la profundidad del agua,  advirtió la silueta confusa y difuminada pero inconfundible de uno de los niños. Inmediatamente lo soltó y marcó el lugar con la vela del trasmallo.
-¿Qué pasa padre? –Preguntó Manolo con ávida curiosidad.
-Es uno de ellos hijo. Tienes que bajarte.
Manolo aceptó convencido la decisión de su padre.
-¡Aquí, aquí! –Resonó la voz de Nicolás por los riberos.
Los otros barcos recogieron sus redes y se acercaron al lugar. Manolo regresó a la orilla guiado por su padre. 
-Dile a tu madre que prepare unas mantas de orillo y a Ramiro que las traiga. Venga. Y dile al Sargento que se acerque también.
-Voy. –Contestó a la carrera.»…
 
Estas y muchas más, harán que sientas el escozor de los remos, el frío del silencio, el olor de las aneas, oirás cantar las perdices y el sonido de los remolinos del agua.
Cruza el río conmigo.
 
 
 

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