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Mi pueblo y su gente

Hace algún tiempo, no mucho, era costumbre de pandilla de amigos ir a tomar la espuela de «las once» a una pequeña taberna donde el mostrador era algo más alto de lo habitual, a la antigua usanza, tres mesas con algunas sillas de tijeras su mobiliario, una televisión en un altillo esquinado para ver principalmente al Real Madrid, una pizarra donde se podían leer las escasas raciones que se vendía: frite, ensaladilla, “cacaueses”, “acetunas”…, detrás de la barra presidiendo espeteras con alguna botella de anís y coñac principalmente, el escudo del histórico R. Madrid, el servicio (W.C.) era único y heterosexual, y poco más; una escalera empinada y angosta  por la que se pedía la ración correspondiente llegado el caso.

Nos recibía un hombre de cuerpo noble y oblongo con apariencia bonachona, incluso si la hora ya estaba fuera de lo habitual y a requerimiento del público, se solía echar para adelante con algún cante; madridista en lo que a fútbol se refiere, las prisas siempre las mismas, ninguna; lo habitual era tomar vino o cerveza y hacerse acompañar de alguna de las raciones, más bien minis raciones que eran propias también de la época, las más habituales eran el frite de cerdo –riquísimo–, algún «platinu de cacaueses» y no podía faltar la ensaladilla a su modo y manera, esta era la que le daba fama y con la que terminábamos los aperitivos de las llamadas «once».

La comentada ensaladilla consistía en patata cocida, añadiéndole el tomate, la cebolla, el pimiento y el aliño secreto de la casa, yo apuesto a que la guindilla también era elemento principal, o sea, más o menos una ensalada campera pero especialidad de la familia. El hombre descrito, Rafael, había sustituido a su suegro, Demetrio, en el oficio de tabernero y la esposa de aquel, Paca, a su madre, Juana. Demetrio y Juana fueron los iniciadores de lo que se conocía como «La taberna de ratón»; el último de la saga y quien ayudaba en la taberna a su padre Rafael ha sido Rodri, nieto de Demetrio y Juana e hijo de Rafael y Paca, y a la sazón por aquello de los genes, Presidente de la Peña del Real Madrid en la localidad durante largo tiempo.

De unos a otros, o habría que decir de unas a otras, de madre a hija, pasó el secreto mejor guardado sobre cómo hacer una buena  ensaladilla y no morir en el intento, algunos hosteleros de la localidad lo han intentado e incluso se sigue haciendo, pero cierto y verdad es que como aquella «empatatilla», como la conocíamos los amigos, no hemos vuelto a tomar ninguna.

Días atrás coincidiendo con Rodri hablábamos de la famosa ensaladilla, e incluso sabiendo la respuesta me atreví a pedirle la receta de la exquisitez, la respuesta la esperada: «no, la receta no te la doy pero en cuanto la haga no te preocupes que la vas a probar».

Eso es un hombre con palabra, ayer al atardecer tocaron en la puerta de mi casa, y como siempre está abierta dije:

– ¡«Adelante quien sea»!

El amigo Rodri se presentó con un envase en el que había la suficiente ensaladilla para darnos Manoli y yo un festín y disfrutar de la misma.

Me volvió a evocar aquel sabor que hacía tiempo no lo disfrutaba pero sí que estaba en ese cajón de la memoria donde se guardan los buenos recuerdos de olores y sabores de antaño; me imaginaba estar en la taberna con el chato de vino, aunque con los años vividos y lo pasado lo hemos disfrutado más que cuando lo tenía a nuestro alcance.

De estas cosas y con estas  personas es como se escribe la, pequeña pero valiosa, historia de los pueblos.

Gracias a la familia Montes Custodio por su detalle.

 

  

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