La España con vocación progresista se topó una vez mas con señoritos, sotanas y tricornios.
Esta vez la lucha seria a muerte.
Los defensores de la república, mal organizados, no supieron apreciar la fuerza militar de los sublevados, mejor formada y guiada por un mando mas unificado.
El terror de la guerra se adueñó de la población civil, y muchos lograron en estos días de maldad llevar a cabo las venganzas que habían germinado durante demasiados años. En cada región, en cada pueblo, los partidarios de uno y otro bando aprovecharon para saldar viejas cuentas, haciéndose cotidianos la muerte y el asesinato. Todos los que pensaban de otro modo, políticos de sindicatos y partidos o simplemente los odiados por locos y poetas, eran obligados a dar un paseo del que nunca mas regresaban. La mayoría de la población se refugió en el cascarón de sus hogares hasta que amainase el temporal de la intransigencia, una tormenta de verano que duró casi cuatro décadas.
_Trazó una odiosa mano, España mía,
ancha lira, hacia el mar, entre dos mares
zonas de guerra, crestas militares,
en llano, loma, alcor o serranía.
Manos del odio y de la cobardía
cortan la leña de tus encinares,
pisan la baya de oro en tus lagares,
muelen el grano que tu suelo cría.
Otra vez -otra vez¡- ¡oh triste España!,
cuando se anega el viento y en mar se baña
juguete de traición, cuando se encierra
en los templos de Dios mancha el olvido,
cuando acrisola el seno de la tierra
se ofrece a la ambición, ¡todo vendido!
Antonio Machado «Todo vendido»
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