Elegía a Federico García Lorca
Los dioses ya no están en el olimpo,
ni las musas están en su morada,
desde que tú te fuiste, Federico,
luz en la noche que no tiene alba,
y nos dejaste solos para siempre,
huérfanos de tu voz y tu palabra.
El mundo ya no puede ser el mismo,
Cuando muere un poeta, cuando calla
el ruiseñor más dulce que ha existido
en esta tierra, cuando ya no canta,
bajo la luz serena de Granada,
ni el agua pura de los manantiales,
ni el viento solitario entre las ramas,
ni la música triste de sus pasos
por los tristes rincones de su casa,
ni la lluvia que gime en los cristales
como un eco de su memoria trágica
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