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El mundo real, el mundo irreal

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#106057
liberal
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La verdad es que no sé por dónde empezar a analizar la opinión del camarada Crazy, así que, como suele hacerse en estos casos, comenzaré por el principio. Resulta que se afirma que el valor de los recursos humanos no es tan grande para, a continuación soltar que si una empresa no es productiva, no es atractiva para los inversores. ¿Y quién es responsable de la productividad de una empresa? A mí me han enseñado que los recursos humanos, pero a lo mejor el dinero trabaja solo.

El análisis que se hace del capital especulativo, a mi modo de ver, no está lo suficientemente explicado, o explicado desde una óptica muy sesgada. Lo que aquí se nos presenta es una especie de élite desalmada intercambiándose empresas como los cromos de una colección, intentando exprimir a los trabajadores para que esas empresas sean productivas y sirvan a los capitalistas especuladores, hasta que llega el momento en que los malvados propietarios de empresa se las llevan a China y ponen a los obreros en la calle. En este punto intervendrían los sindicatos, que por supuesto son unos defensores de la clase obrera, impiden que la empresa se cierre y salvan a los obreros disminuyendo el beneficio del propietario de la compañía.

Y luego soy yo el que no soy realista.

¿Qué falla, según mi opinión en este análisis? Resulta sumamente fastidiosa, por arcaica, obsoleta e irreal, la concepción de la actividad productiva como una continua lucha entre una élite capitalista opresora y un enorme conjunto de trabajadores explotados. Pongamos por caso una empresa, que es propiedad de unas personas, entre las que hay grandes capitalistas, pero también cientos de miles de pequeños inversores. Por supuesto que los resultados de su actividad productiva sólo son una parte del valor de la compañía, pero resulta que son la parte más importante, ya que si una empresa no produce una cantidad de productos atractivos para el mercado, a un precio con el que los clientes están conformes, podrá haber muchos movimientos de capital, pero la empresa terminará quebrando. En este contexto, la compañía compite con otras, y para hacer atractivos sus productos, una de las opciones, pero no la única, consiste en bajar los costes de producción. Pareciera que la única solución es sacar la actividad productiva de los países occidentales, donde la mano de obra es más cara y llevarla a países donde es más barata. Volvemos a otra simplificación. No es tan sencillo, y más en las empresas modernas, coger toda una planta, trasladarla miles de kilómetros y despedir a toda una plantilla formada en las tecnologías de la empresa y, de buenas a primeras, formar a cuatrocientos o quinientos chinos, tailandeses, o lo que sea. Por no hablar de la inseguridad jurídica de los países de los que estamos hablando. Para muestra un botón: la empresa aeronáutica MTorres llevó una encintadora de fibra de carbono a China, donde parecía que el coste de mano de obra era menor. Se gastaron el dinero en formar a un operario que luego debería instruir en el uso de la encintadora al resto en China. Pero no es inmediato aprender una tecnología como la que requiere este tipo de maquinaria. ¿Qué terminó ocurriendo? Pues que llevan un año sin producir una pieza certificable, es decir, que pueda instalarse en una aeronave, con una maquinaria carísima inmovilizada, habiendo incurrido en los gastos de transporte, pagando el personal de China, pero ingresando exactamente 0 €. Quiero con este ejemplo advertir que deslocalizar una actividad productiva no es un proceso tan sencillo. Si yo me llevo una empresa a un país donde sea más barato producir, pero me cuesta del orden de meses o años alcanzar el ritmo productivo requerido, en ese lapso de tiempo puedo perder cuotas de mercado que, en algunos casos son irrecuperables, llegando incluso a la quiebra.

Por otro lado, me parece un poco hipócrita aplaudir y aprovechar el que muchas industrias extranjeras, y hablo de SKF, Renault, Danone, etc. vinieran a España cuando los sueldos estaban más baratos y decir que son unos desalmados opresores capitalistas cuando se van a otras regiones del mundo a dar los mismos beneficios que ya hemos logrado aquí.

Parece que efectivamente, su mundo real no coincide con mi mundo real. Una empresa, en el mundo real, compite con otras. Y resulta que, gracias a la libertad del malvado mercado, un consumidor, usted o yo sin ir más lejos, podemos elegir entre los productos de varias compañías. Pongamos que la empresa no rebaja los costes, luego, sus productos serán más caros, la compañía no puede vender sus productos y cierra. Todos los trabajadores a la calle, ¿Qué preferimos, esforzarnos en ser productivos, concentrarnos en ser imprescindibles, porque sabemos hacer algo que no todo el mundo sabe hacer, o quedarnos todos sin trabajo por quiebra de la empresa?

Yo sé la solución de la izquierda: que el Estado nos diga qué hay que comprar y que imponga los precios. Como así eliminamos la competencia, tampoco se compite en calidad, con lo cual, los productos son cada vez peores. Si no hay diferenciación en los productos ni en su demanda, no hay diferencia en la recompensa a los trabajadores por hacerlo mejor o peor, luego el esfuerzo es algo inútil y se destierra. El poder adquisitivo general cae. Claro, el resultado es Cuba.

Por otro lado habla usted, probablemente desde Inglaterra, de mi desconocimiento de la importancia de los sindicatos ¡En España!, que es a lo que yo me refería y hace un juicio de intenciones al decir que, según mi opinión los sindicatos son un estorbo al crecimiento económico. Pues bien, teniendo en cuenta que el nivel de afiliación sindical en España es inferior al 16% de los trabajadores ocupados, y que su mantenimiento debe hacerse a base de subvenciones públicas con dinero de aquellos que, como yo, ni estoy afiliado ni espero estarlo nunca, parece ser que no soy yo el único que tiene una mala imagen de estos sindicatos y de su función. Tal vez si se mantuviesen de las cuotas de sus afiliados y tuviesen que responder ante ellos y no ante el poder político que les afloja las subvenciones, cumplirían mejor su cometido.

Siguiendo con otras consideraciones, la situación que usted expone en su escrito, de grandes empresas deslocalizando centros productivos, tiene escasa relación con la realidad española de la pequeña y mediana empresa. El 99.8% de las empresas españolas tienen menos de 250 empleados (Retrato de las PYME 2009, Subdirección General de Fomento Empresarial, Ministerio de Industria, Turismo y Comercio). Esta tipología empresarial incluye a pequeños negocios de no más de diez trabajadores, muchas veces familiares, que ni se plantean el tema de la deslocalización.

El otro día estaba leyendo el periódico Extremadura, donde se resumían las palabras de un responsable sindical del sector de la metalurgia en Alemania. Éste venía a decir que en un contexto como el actual es necesario que los trabajadores se formen, sean productivos y conscientes de que el hecho de que una empresa sea rentable, es positivo para todos los grupos de interés de la misma, empezando por los propios trabajadores. Hacía referencia a que su papel como sindicatos no consistía en paralizar la producción y hostilizar continuamente a los trabajadores contra la dirección de la compañía, sino informar de las situaciones con el mayor realismo posible como paso previo para una lucha sindical responsable, cuyo fin es el entendimiento entre los trabajadores y los propietarios de las compañías. Este no es el caso de los sindicatos españoles.

Espero poder sacar tiempo para terminar mi análisis de la crisis con el análisis del papel de los dos restantes actores de la misma, el gobierno y el partido popular. Nótese que ninguno de los dos va con mayúsculas.

Reciban todos los que aún me aguantan un cordial saludo.

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