La inteligencia, la curiosidad y la imaginación creativa son tan manifiestas en los niños ya de por sí, que es por ello que nosotros, los educadores, hemos de esmerarnos muy especialmente en atrofiar estas cualidades innatas para que nunca excedan los limites preestablecidos. Y así reciban la educación adecuada para crecer sanos y felices..
Por si fuera poco, es igualmente tarea nuestra el proyectar sobre sus pequeñas cabecitas todas las miserias y psicopatías de los adultos que no hayan recibido aún de sus padres.
Es una ardua tarea la de la formación, a veces desesperante, pero finalmente siempre se lleva uno la recompensa cuando, al concluir el ciclo educativo, comprueba que esos mismos chiquillos libres y receptivos que la empezaron son ahora apáticos y enajenados ciudadanos sin capacidad de reflexión.