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Calbotihs y cassamientuhs

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saavedra
Superadministrador

Entendiendo lo vasto y heterogéneo del mapa de tradiciones, costumbres y del léxico extremeño, y no queriendo sentar cátedra con la dificultad que todo ello encierra, comprendo que desde el OSCEC (Órgano de Seguimiento y Coordinación del Extremeño y su Cultura)no se puedan exponer cada una de las singularidades locales en cuanto a fiestas y celebraciones se refiere, por ello y a la vista que en el artículo precedente no se hace mención alguna a la particularidad garrovillana, me voy a atrever a hacer algún apunte particular.

Empezaré por un retazo de lo publicado por Moisés Marcos De Sande en la Revista de Estudios Extremeños allá por 1946 que dice referente a la celebración de “Todos los Santos”:

“En vísperas de Todos los Santos, los monaguillos recorren el pueblo pidiendo de casa en casa al conjuro de “Tous los Santus”, recibiendo limosnas en dinero y en especie para la cena y fogata del mencionado, dibujando una artística cruz con carboncillo en las fachadas de las casas donde les dieron limosnas, para que no entre el diablo en ellas. Piden también leña para calentarse en la torre, donde están toda la noche tocando las campanas”.

Hasta aquí lo que decía aquel estudioso del folklore garrovillano, a lo que añado alguna cuestión propia, y que son resultas de recuerdos de infancia y juventud, como es el caso de la costumbre de hacer “los cassamientus” utilizando el “jhigu pasu” al que se le “preñaba” con algún fruto seco, normalmente nuez, castaña, bellota…; otra costumbre, y no particular de la localidad, es hacer “el calboti”, que como en cualquier lugar consiste en asar las castañas y en alguna ocasión las bellotas. “El calboti” comúnmente consiste en hacer un agujero en el suelo introducir el fruto seco correspondiente y hacer una lumbre sobre éstos, otra forma es la de hacer la correspondiente “fogata” y echar directamente las castañas o bellotas al borrajo; sin despreciar el uso de alguna lata o sartén, previamente agujereada para saltear “los calbotis”.

Propio de la época es comer granadas y membrillos, las primeras se solían desgranar y azucararlas en un plato para ser comidas con cucharas; el membrillo se solía hacer en compota o en almíbar, como en casi todas partes.

Otra costumbre, aunque modificada con el tiempo, es la de “irse de dolmía”. Es una costumbre puramente de hombres, consistente en que durante la celebración de “Todos los Santos” y el “día de los difuntos” irse al campo, si bien como he dicho el motivo y el contexto han cambiado bastante en los últimos años. Hace algún tiempo, cuando esta tierra daba honor a una de las hipótesis sobre su nombre “Hispania”, que quería decir “tierra o isla de conejos”, y abundaba esta especie por los campos; los hombres por aquello de que comenzaba la época de caza y que además la mujer estaba dedicada a la limpieza y adorno de los nichos y panteones; los hombres se quitaban del medio, se cargaban de escopeta y perro y se iban a dormir al campo, con la intención primera de comer de aquello que se cazaba, que no era poco por aquellos entonces, siempre acompañado con la correspondiente arroba de vino y alguna que otra vianda para acompañar la caza, normalmente algo de embutido local, tocino para hacer los torreznos, y las sopas de lo que hubiese para calentarse el cuerpo.

Esto en los últimos tiempos es lo que digo que ha cambiado sustancialmente, hoy los hombres siguen saliendo al campo, si bien es cierto que han cambiado las escopetas por un cargamento de botellas y de avituallamiento gastronómico de todo tipo, ¡eso sí! donde no falta el conejo y alguna liebre que no ha sido de caza propia, sino comprada; el objetivo no es cazar, es pescar, bueno pescar no, pescarla, así se puede ver el campo garrovillano durante la celebración mencionada, más poblado que de costumbre y casas que antes servían para el resguardo de pastores y agricultores, lo que se conocía como “cassas de labol”, se convierten en exquisitos “restaurantes” con carta a base de “patatas con conejos”, “arroz con liebre”, las consabidas “migas” para el desayuno y todo aquello que aguanten durante dos o tres días los cuerpos de los camperos eventuales, eso sí, regado con su correspondiente cerveza, vino a tutiplén, y lo que por aquí se conoce como “pirulo” o copa de vaso largo.

Terminaré con parte de la letra de un son cubano: “como cambian los tiempos Venancio…”

Julio Saavedra Gutiérrez.

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