En 1870, el general Prim, ya jefe del gobierno, asistió a una sesión de las cortes en la que un diputado monárquico hizo una exquisita defensa de la monarquia, que acababa de ser abolida. Al concluir la intervención (un auténtico modelo de oratoria) , Prim aplaudió con verdadero fervor.
ante el reproche de uno de sus ministros, aclaró: «No se preocupe. Aplaudo la musica, pero no la letra».
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