Actualmente, el consumo de alcohol es uno de los principales factores
que se relacionan con la salud de los individuos y de las poblaciones y
sus consecuencias tienen un gran impacto tanto en términos de salud
como en términos sociales. La Organización Mundial de la Salud ha
advertido de la magnitud de los problemas de salud pública asociados
al consumo de alcohol, y ha enfatizado su preocupación ante las tendencias
de consumo que se observan entre las capas más jóvenes de la
sociedad. El consumo abusivo de bebidas alcohólicas está claramente
relacionado con el desarrollo de discapacidad y de distintas enfermedades,
así como con violencia, maltrato infantil, marginación y conflictos
con la familia y en la escuela. El alcohol está presente en una
proporción muy importante de accidentes de tráfico, laborales y domésticos.
España es uno de los países donde el consumo de bebidas alcohólicas y
los problemas relacionados con el mismo tienen gran importancia. Somos
uno de los primeros productores y también somos uno de los primeros
países consumidores. En el año 2003, España ocupaba el sexto
lugar en el ranking de consumo mundial de alcohol, con 10 litros de alcohol
puro per cápita. Prácticamente toda la población española ha
probado alguna vez en su vida alguna bebida alcohólica, más de las tres
cuartas partes ha bebido alcohol en el último año, casi el 65% lo había
hecho en el último mes y el 15% lo hace diariamente. Los bebedores de
riesgo representan el 5,5% de la población española de 15 a 64 años de
edad.
Estos datos de la última Encuesta Domiciliaria de la Delegación del Gobierno
para el Plan Nacional sobre Drogas, que se obtuvieron entre noviembre
de 2005 y abril de 2006, señalan con toda claridad la elevada
prevalencia del consumo de alcohol en nuestro país y el arraigo social
de este hábito que, entre nosotros, ha adquirido visos de completa normalidad.
Sin embargo, hay que recordar que los patrones de uso —y también los
de abuso— del alcohol han variado de forma muy importante en España.
Las transformaciones y los cambios económicos, sociales y culturales
han hecho que abandonemos el viejo «patrón mediterráneo» que limitaba
la ingesta de alcohol a tan sólo pequeñas cantidades de vino en
las comidas que se realizaban en familia, reservadas a los adultos, quebrándose
el proceso de acceso progresivo al consumo controlado y socialmente
adaptado de alcohol. El inicio en el consumo de alcohol no
sólo se produce hoy en el seno familiar, sino que cada vez más frecuentemente
se produce en el grupo de amigos y compañeros, a edades
muy tempranas, próximas a los trece años.
En España, son muchos los jóvenes y adolescentes que beben. En 2004,
el 81% de los estudiantes de 14 a 18 años lo había hecho en el último
año, el 65,6% había bebido alcohol en el último mes. Una mayoría se
había emborrachado alguna vez en la vida y más del 30% lo había hecho
en el último mes. Entre los menores de edad, se ha extendido la
costumbre de beber en «atracón», un consumo intenso de alcohol con-
centrado en un escaso lapso de tiempo. Según algunos estudios cualitativos,
muy recientes, nuestros adolescentes no tienen una noción clara
de lo que es consumo moderado, desconocen los riesgos del alcohol,
confunden el concepto de riesgo con las alteraciones del efecto buscado
y consideran la dependencia cosa de adultos.
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