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ASI NO SE DICE, SE DICE….

Lenguas minoritarias, estremeñu, portugués, fala, prejuicios sociales. En Extremadura la realidad lingüística por motivos históricos es compleja, pero por razones educativas es acomplejada. La represión a la que han sido sometidas las lenguas minoritarias en Extremadura a lo largo de su historia educativa da buena cuenta del peligro que corren el estremeñu, el português y la fala actualmente por los prejuicios formulados y divulgados en los centros educativos. Uno de los principales focos de exterminio de las lenguas se encuentra precisamente dentro de las aulas, por lo cual hay que ser consciente de la variedad plurilingüe en Extremadura y trabajar en base a esta realidad.

 

A menudo, y mucho más de lo se debiera, los profesores más que transmitir cultura, la mermamos y la aniquilamos a la larga. Que este proceso no es intencional está más que claro, pues lo normal es que la continuidad esporádica de un hecho inconsciente tenga como resultado la pérdida de un valor dentro del mundo en que se mueven los alumnos.

Desde épocas remotas, abuelos, padres e hijos han experimentado en sus clases la apreciación casi dictatorial del eso así no se dice, se dice… Y no me refiero a cuando un joven mete la pata y confunde un acusativo con un ablativo o al leer un verso no repara en las sinalefas. No es algo tan técnico, todo lo contrario, es de lo más sencillo: la realidad lingüística. Nuestros jóvenes en Extremadura, en amplias zonas de Badajoz y Cáceres, están inmersos en un entorno lingüístico muy diferente al que tradicionalmente se les inculca en las escuelas y en los institutos. La lengua que tienen en el hogar o en la calle dista mucho de lo que siempre se ha puesto como extremo de lo perfecto, el castellano. Pasmado el muchacho aquel que escucha de sus profesores: no se dice “assín”, se dice “así”; no se dice “aguzalapi”, se dice “afilalápices”; no se dice “m’entallé un deu”, se dice “me pillé un dedo”; no se dice “el su libru”, se dice “su libro”. No entiende cómo no puede decirse eso cuando en casa siempre lo han escuchado. ¿Qué clase de padres y abuelos hay en Extremadura que no hablan como en los libros de texto, en un incorregible castellano? Pues padres y abuelos de raigambre lingüística leonesa, no castellana.

Esto ha acontecido en nuestras aulas desde hace mucho y nunca se ha entendido que aquello que quiere expresar el alumno muchas veces está en un sistema diferente del empleado por el profesor: lo uno es estremeñu y lo otro es castellano. Nada más simple. Sin embargo, se ha insistido hasta la rotundidad del mito —sí, señores, los profesores somos también grandes divulgadores de la mitología actual—, en que no nos preocupa si es verdad o mentira aquello que queremos dar a entender, simplemente nos lo imaginamos. Y es que muchas veces actuamos en las clases no de forma crítica, sino confinados en nuestros prejuicios (también inculcados), imaginamos que lo que hablan muchas veces nuestros alumnos se trata de una jerga estudiantil o de algún tipo de astilla que hay que pulir en la talla lingüística. Los profesores que también somos extremeños hemos experimentado al otro lado del aula el así no se dice con la sutileza de un cuchillo matancero mal afilado cuando comentábamos aquello de “m’é queao los deberes en casa”, donde había doble reprimenda y, precisamente, la más dañosa era la parte de “se dice “dejar”, no “quedar”.

Estos prejuicios que se nos han inculcado a nosotros de pequeños, también se los transmitimos ahora a nuestros alumnos, haciéndoles sentir vergüenza de algo que siempre se ha dicho. El prejuicio que se ha divulgado entre las tiernas mentes del mañana desde siempre es que en Extremadura hablamos muy mal castellano. En cambio, la realidad que siempre se ha vedado por motivos que no interesa discutir aquí ahora es que en Extremadura se hablan cuatro lenguas: castellano, extremeño, portugués y fala. Que en Extremadura se hable castellano eso nadie lo niega. Quizá tampoco nadie negaría que en la zona rayana se hable portugués. Que se hable la fala… muchos incluso ignoran qué lengua es esa. Pero que se hable estremeñu, eso ya es inadmisible. Lo cierto es que con esa mentalidad se ha ido aniquilando a lo largo del siglo pasado —y aunque parezca paradójico, merced a la educación— todo ese tesoro plurilingüe que tenemos en Extremadura hasta relegarlo a las personas más ancianas y a unas pocas construcciones y palabras entre las generaciones más jóvenes.

Histórica y lingüísticamente, en Extremadura se conserva una modalidad de lengua leonesa a lo largo de de todo el occidente territorial e importantes núcleos de oriente a la que llamamos estremeñu —erróneamente identificado con el castúo de Chamizo—. Esa lengua, que tiene más puntos comunes con el asturiano, el leonés, el cántabro o incluso el portugués, que con el castellano, la hemos ido denigrando por nuestro prejuicio de que era castellano mal hablado. Que en extremeño se diga assín, en portugués assim y en asturiano asín mientras que el castellano lo considere un vulgarismo da pie a pensar que, desde el punto de vista del castellano, el portugués, el asturiano y el extremeño son lenguas mal habladas. Pero cuando tenemos palabras como encorujal-se, presta, entrillal, buracu, hienda, hesa, eschangal, paí, cambullil o pelotu la cosa ya cambia. Cuanto más si hablamos de cuya carta que m’ei encontrau o estuvi a Praséncia a que m’entangaran el cochi o passó la ruea la bicicleta a renti el acirati el acerau por ponerlo en un extremeño más esmerado y que por algún motivo se insiste en afirmar que eso es castellano.

Mis alumnos cuando les pregunto ¿cómo se dice en extremeño…? a veces saben responder y otras no. Lo cierto es que aprenden de momento qué es un vocativo en griego o en latín si se les compara con el chacho, diciéndoles: chacho es el vocativo de muchachu de igual manera que lupe lo es de lupus. Se admiran cuando se les explica que la interjección que nosotros empleamos para llamar la atención a alguien o para saludar heu, hiu ya la tenían los romanos en heus y que incluso los ingleses dicen hi. Explicándoles astronomía antigua les resulta curioso que el término estrella descabrijá, que en lugares de Extremadura se emplea para llamar a los planetas, sea semánticamente lo mismo que el griego planētēs “[astro] errante”, que es el sentido que tiene el adjetivo descabrijau en extremeño.

Sé que estas minucias lingüísticas sólo son compatibles en ciertas asignaturas como las que yo imparto, pero también se puede impedir que las lenguas minoritarias, en claro retroceso por culpa de una perspectiva inapropiada de la educación, desaparezcan desde cualquier otra asignatura. Para eso, primero han de ser conscientes los propios profesores de la realidad plurilingüe de la región y una vez asumida esa realidad, colaborar a que no se pierda. Y en el momento en que digamos eso así no se dice en castellano, eso es extremeño habremos dado un pequeño paso en la distinción de ambos sistemas lingüísticos, cuya mezcla ha causado estragos a lo largo de la educación.

Si negamos este haz cultural, como lo son las lenguas en Extremadura, caemos en uno de los crímenes más vergonzosos y reprochables que puede cometer una persona, que es exterminar la cultura, lo cual resultaría doblemente denigrante si aquellos quienes lo hacen son precisamente los profesores. No se trata de la exaltación eufórica de los valores propios, simplemente de dar a conocer entre nuestros alumnos aquello que a nosotros nos censuraron antes de que el despropósito del glotocidio, que todos los días de forma inconsciente ocurre en nuestras aulas, acabe con esas tres hermosas lenguas que se practicaban antes sin represalia.

 

Ismael Carmona García

Profesor de Latín y Griego

Presidente del Órgano de Seguimiento y Coordinación

del Extremeño y su Cultura

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