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Una visión muy particular sobre Miguel Hernández

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laplaza
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En primer lugar quiero dejar por sentado que no es santo de mi devoción el Sr. Pérez Reverte cuando para ganarse el sustento (que no debe ser paja ni viruta) no deja títere con cabeza en sus artículos periodísticos -si bien este que nos muestra Liberal ya está algo pasado en el tiempo- y nada de lo que en el pronostica, o tal vez es que le traicione el subconsciente y  verdaderamente eso es lo que le gustaría que hubiera pasado, de momento no ha ocurrido. Otra cosa es cuando me entretengo con alguna de sus novelas.

Como diría algún personaje del ámbito local, yo tampoco tengo mucho tiempo para escribir así que voy a recurrir a eso que tanto se lleva ahora de corta y pega y que además tiene dos ventajas, la primera uno no tienes que devanarse los  sesos y la segunda que en caso de crear polémica, uno se sale por la tangente y dice ¡ah yo solo he copiado y pegado!

A continuación y sin más dilación pego un artículo del ínclito Reverte, si bien se basa en un envío de su muy íntimo amigo Barlés en el que aparte de lo jocoso que puede resultar el leer los versos de “Vientos del pueblo me llevan” de Miguel Hernández, la verdad es que podría haberse evitado algún que otro epíteto de mal gusto y pongo algún ejemplo:

 “Miguel Hernández, fascista notorio, sucio machista donde los haya, hombre reaccionario y partidario del lenguaje falócrata, sexista y casposo –de no haber muerto a tiempo en una cárcel sería hoy, supongo, académico de la RAE……”

Pero en  fin ahí quedan:

Miguel Hernández era un falócrata

 

«Mi viejo amigo Barlés, intrépido navegante cibernético, acaba de felicitarme las fiestas con un excepcional documento de creación propia, donde demuestra que el poeta Miguel Hernández, fascista notorio, sucio machista donde los haya, hombre reaccionario y partidario del lenguaje falócrata, sexista y casposo –de no haber muerto a tiempo en una cárcel sería hoy, supongo, académico de la RAE–, habría mejorado mucho su Vientos del pueblo si hubiera tenido la decencia lingüística de escribirlo según lo que exigen el Instituto de la Mujer, las feministas galopantes, el Gobierno español, la Junta de Andalucía entre otras muchas juntas, y sus brillantes asesores filólogos y filólogas. Quod erat demostrandum: 

«Vientos del pueblo me llevan,

vientos del pueblo me arrastran,

 me esparcen el corazón

 y me aventan la garganta.

 Los bueyes y las bueyas doblan la frente,

 impotentemente mansa,

 delante de los castigos:

 los leones y las leonas la levantan

 y al mismo tiempo castigan

 con su clamorosa zarpa.

 No soy de un pueblo de bueyes y bueyas,

 que soy de un pueblo que embargan

 yacimientos de leones y leonas,

 desfiladeros de águilas y águilos

 y cordilleras de toros y vacas

 con el orgullo en el asta.

 Nunca medraron los bueyes y bueyas

 en los páramos de España.

¿Quién habló de echar un yugo

 sobre el cuello de esta raza?

 ¿Quién ha puesto al huracán

 jamás ni yugos ni trabas,

 ni quién al rayo detuvo

 prisionero en una jaula?

Asturianos y asturianas de braveza,

 vascos y vascas de piedra blindada,

 valencianos y valencianas de alegría

 y castellanos y castellanas de alma,

 labrados y labradas como la tierra

 y airosos y airosas como las alas;

 andaluces y andaluzas de relámpagos,

 nacidos y nacidas entre guitarras

 y forjados y forjadas en los yunques

 torrenciales de las lágrimas;

 extremeños y extremeñas de centeno,

 gallegos y gallegas de lluvia y calma,

 catalanes y catalanas de firmeza,

 aragoneses y aragonesas de casta,

 murcianos y murcianas de dinamita

 frutalmente propagada,

 leoneses, leonesas, navarros, navarras, dueños y dueñas

 del hambre, el sudor y el hacha,

 reyes y reinas de la minería,

 señores y señoras de la labranza.

 Hombres y mujeres que entre las raíces,

 como raíces gallardas,

 vais de la vida a la muerte,

 vais de la nada a la nada:

 yugos os quieren poner

 gentes y gentas de la hierba mala,

 yugos que habéis de dejar

 rotos sobre sus espaldas.

 Crepúsculo de los bueyes y bueyas

 está despuntando el alba. Los bueyes y bueyas mueren vestidos y vestidas

 de humildad y olor de cuadra:

 las águilas y los águilos, los leones y leonas

 y los toros y las vacas de arrogancia,

 y detrás de ellos, el cielo

 ni se enturbia ni se acaba.

 La agonía de los bueyes y bueyas

 tiene pequeña la cara,

 la del animal varón, hembra u homosexual

 toda la creación agranda. Si me muero, que me muera

 con la cabeza muy alta.

 Muerto o muerta y veinte veces muerto o muerta,

 la boca contra la grama,

 tendré apretados los dientes

 y decidida la barba y las cejas depiladas o sin depilar. Cantando espero a la muerte,

 que hay ruiseñores y ruiseñoras que cantan

 encima de los fusiles

 y en medio de las batallas». 

 

Y sí, la verdad. Una vez matizado que las bueyas no existen, pero si hace falta se inventan como tantas otras cosas y santas pascuas, hay que reconocer que esta versión del poema, pasada por el filtro de la España de 2007 que tenemos en puertas, desfalocratiza mucho al tal Hernández. Tanto es así, que va siendo hora de plantearse, también, una revisión del Quijote –para machista y antiguo, Cervantes– adecuada a la cosa: «En un lugar de la nación de Castilla-La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo vivía un hidalgo, aunque lo mismo podía haberse tratado de una hidalga, de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín o rocina flaco o flaca y galgo o galga corredor o corredora. Una olla de algo más vaca o toro que carnero o carnera (véase bueyas), salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino o palomina de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda…». 

Después de esto a la Ministra Bibiana Aido habría que hacerle un monumento, pero cogidos de la mano  Reverte y ella, porque estos dos son capaces de llamarles a la luna «sola» y al sol «luno».

P.D.-Permítanme una sugerencia, una vez leído y sacada la concusión personal olvídense este “bodrio”  y les aconsejo que lean el original.

http://www.poesi.as/mh36020.htm

Finalmente  desearles a todos, todos, unas felices fiestas; que impere el respeto a pesar de las diferencias; que seguro que el año que viene será mejor para todos y para algunos a ser posible mejor por lo que se avecina, o por lo menos ese es mi deseo.

Salud,

Julio Saavedra Gutiérrez

 

 

 

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