Un año más he estado presente en la celebración de mi patronazgo en esta villa de Las Garrovillas que se decía por mi época. En esta ocasión he departido algunas jornadas con quien tiene también el honor de ser nuestra Patrona y digo nuestra porque yo, un pobre santo casi anacoreta y milagrero, no me puedo comparar con quien es Patrona y coronada, a ella la sacan en procesiones varias veces, a mí, solo una y me llevan “como a pehsta jhigu”, igual que en la película “pueblerina”; cierto es que ella me ha confesado en secreto, que algo de envidia sí que me tiene, sobre todo por la diferencia del programa de actos lúdicos de uno y de otro, pero no soy yo quien para reprochar las decisiones de otros; la he reconfortado diciéndole que sus actividades santorales son más y más variadas que las mías.
Como en toda festividad que se precie nunca puede llover a gusto de todos, seguro que para algunos, todo ha estado súper “chachi-piruli”, para otros no tanto, yo voy a procurar dar mi punto de vista, que será como el programa de acto, a unos gustará y a otros, aquellos que me consideran un detractor, no tanto.
El programa en término general es un corta y pega de años anteriores, poca o nula variación, no parece que la originalidad haga derroches por estas tierras; a los festejos taurinos se suman las verbenas, unas mejores y otras no tanto, los jóvenes con su zona de botellón y música con decibelios exagerados, ayudando a acumular basura que luego dejan repartida no solo por su zona de influencia, sino que en cualquier ventana te puedes encontrar algún recipiente que horas antes había contenido algún brebaje etílico; luego la limpieza es otro cantar, sí es cierto que en mi primer paseo matutino para visitar las ermitas locales “La Laguna” estaba impoluta. También me ha parecido un acierto el haber forrado el escenario lagunero para evitar algún percance de años anteriores y tener que prestar mi perro para lamer las heridas de los damnificados; me hubiera gustado echar un baile con mi compañera de patronazgo en el nuevo suelo de La Laguna, que según me cuentan se baila mejor que con el anterior, esperemos no haber perdido con ello en otros campos y los inquilinos permanente del espacio no sufran por el cambio. El día que se conoce como “día de descanso” es más bien una saturación de cosas poco hilvanadas y algunas, tal es el caso del “parque infantil”, genera más penas y llantos que alegrías a los infantes por aquello de las pocas opciones con las que se cuentan, esto lo sé porque me lo han contado los padres y abuelos cuando me visitan en mi ermita.
Hacía algún tiempo que no asistía a los festejos taurinos por aquello del desplazamiento, ahora que tengo mi casa –ermita- cerca, me he permitido asistir una tarde y he comprobado algunas variaciones que me han resultado positivas; he comprobado como el morlaco se recoge sin producir en él una sola herida, que se oculta a la vista del público en general de la muerte del animal, que a los atrevidos “maletillas” no se les ha pitado por dar unos pocos pases con la franela, (lejanos aquellos tiempos en los que se les tiraba de todo y se les decía que “el toro es para el pueblo”; mejor así. Aunque hace algunos años se ganó en seguridad, tiempo es que se vaya ganando también en comodidad, estar dos horas sentados en un “tablao” sobre unas tablas duras como ellas solas, tiene el riesgo de terminar con las posaderas como los monos de Gibraltar, aunque se sea un santo varón; va siendo hora de buscar asientos más cómodos de los que existen varios modelos en el mercado, e incluso a alguien que se le ocurra aquello del alquiler o venta de almohadillas al uso de la plazas de primera, que no menos categoría tiene esta en cuanto a Plaza se refiere.
De otras actividades también las hay unas positivas y otras menos. Me ha gustado la ampliación del Museo Etnográfico. Gutenberg estaría orgulloso de ser garrovillano, aunque solo fuera por aquello de que en menos de un mes y en una localidad con poca o nula iniciativa empresarial, se hayan presentado tres libros tres, dos de ellos escrito por garrovillanos y cada uno de ellos con temáticas y estilos completamente distintos, una biografía de 200 personajes, una novela y un ensayo profundo, excelente el bagaje. La aparición, por fin, de una charanga local que amenice las fiestas también es algo a considerar, ¡enhorabuena chico, que la cosa dure!
Cosas a mejorar o por lo menos a intentarlo; el miércoles nos acercamos Altagracia y yo al mercado para comprar algún producto local, colapso total del tráfico, con La Laguna ocupada y la Plaza limitada para el paso de vehículos de mediano y gran tamaño, con lo que el reparto y salida del pueblo se dificulta bastante. Ya en alguna ocasión lo referí, la noche dedicada al Festival de los Pueblos del Mundo tanto la iluminación como la megafonía es desastrosa, aquellos que hemos subido a escenarios a poner en público el trabajo de muchos ensayos, y sobre todo cuando se viene, como era este año desde Chile, se merecen unas mejores condiciones para mostrar su música, sus bailes y su rico vestuario, de pena el poco o escaso valor que se le da al folklore cuando en otras actividades se contratan megafonías y luces con mayor calidad, también el grupo local El Escaramujo merece un respeto.
No quiero terminar sin solidarizarme con los feligreses de La Laguna que tienen que sufrir durante más de 15 días las diversiones de los demás a costa del descanso de ellos, cierto es que vivir en La Laguna y sus inmediaciones durante todo el año es un lujo, pero aguantar el “desbarajusti agostil” tiene su mérito.
Lo decía al principio, seguro que lo positivo le habrá gustado a todos, lo menos positivo a algunos no les gustará que lo refiera, pero esto es como las lentejas: “quien quiere las come y quien no las deja”; si algo de lo menos positivo se puede solucionar, yo solo no, el pueblo se lo agradecerá.
Salud y como se dice por el lugar: “hasta ‘l añu que vien, si Dios quiel”
Julio Saavedra Gutiérrez
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