Extraido de
Por Manuel Pimentel.
Todos debemos sentirnos muy orgullosos de nuestra Transición Política, que permitió la ejemplar transformación de una Dictadura a una democracia bastante razonable. La Constitución de 1978 ha funcionado, como es evidente, bien hasta la fecha. Pero sin embargo, un paradójico sentimiento de desencanto embarga a la población española. ¿Cómo es posible que cunda el desánimo democrático al mismo tiempo que todos estamos convencidos de la bondad de nuestro sistema político? Desde el Foro Andaluz hemos realizado un diagnóstico que creemos acertado: las fórmulas creadas por la transición fueron muy adecuadas para la España del momento, la de los años setenta del pasado siglo. No existían partidos políticos y como eran imprescindibles para articular nuestra democracia, se le concedieron una serie de privilegios para ayudarles a consolidarse. Han pasado treinta años, nuestra sociedad se ha hecho democráticamente madura pero, sin embargo, los partidos siguen funcionando bajo los mismos supuestos de los setenta. Nuestro modelo de aparato-partido se ha quedado antiguo, pero sus cúpulas no quieren reformarlo, dado que viven instalados en un sistema de privilegios.
El primero de todos ellos es la fórmula legal de elaboración de listas electorales bloqueadas y cerradas. Los aparatos centrales de los partidos imponen los nombres de los candidatos, a los que después exigen fidelidad ciega.
Recordemos aquello de el que se mueve no sale en la foto. Cualquier persona que desee ir en una lista ya sabe lo que tiene que hacer en el actual sistema político español: procurar agradar a los de arriba. Ni los ciudadanos en general, ni los afiliados en particular, tienen nada que decir en su elaboración. No es cierto eso de que los diputados han sido elegidos por el pueblo: han sido impuestos por los aparatos. El votante ha sido enseñado a votar a bloques, independientemente de los nombres que figuren bajo sus siglas. Es muy frecuente oír en el seno de los grandes partidos la siguiente reflexión: Ya sabes, aquí pones una cabra y sale. Hay que romper ese vergonzante sistema de elaboración de listas, que desconfía de los ciudadanos, a los que toma por menores de edad. Nuestras propuestas apuntan hacia obligatoriedad de primarias internas, y posibilidad de listas abiertas, amén de cambios en el tamaño de las circunscripciones electorales.
Pero los privilegios no acaban ahí. Aunque mucha gente no lo sepa, el diputado no tiene facultad alguna de iniciativa parlamentaria. Todo ha de ser aceptado por los órganos del grupo, que a su vez han sido nombrados desde el partido. Sin la firma de los responsables del grupo parlamentario, ninguna iniciativa de los diputados, por insignificante que sea, podrá tramitarse en la Mesa. Los grupos parlamentarios actúan como verdaderos comisarios políticos, que restan libertad a los diputados, y eficacia al parlamento.
En nuestra democracia tutelada, el parlamento es prescindible. Bastarían que los portavoces se reunieran en torno a una mesa camilla y decidieran mediante su voto ponderado. Algo así ocurre en la actualidad, donde los diputados son simples máquinas de votar siguiendo las indicaciones que, con mano levantada, les realiza su respectivo portavoz. Las sesiones parlamentarias sólo tienen un objetivo: salir por televisión. Los debates jamás convencen a ningún diputado. Durante los últimos años ni una sola vez, las intervenciones parlamentarias cambiaron el voto de nadie. Tenemos que dar mayor independencia a los diputados, como ocurre en los parlamentos anglosajones.
En España no existe separación de poderes. El único poder es el del aparato-partido, que pone y controla a los diputados, y elige al ejecutivo. El gobierno y el legislativo son meras expresiones de un solo poder, el que emana del partido que los nomina. Tampoco el poder judicial es independiente, toda vez que tanto el Constitucional como el CGPJ son elegidos por los diputados, esto es por el partido. ¿Y qué decir del Fiscal General del estado, directamente nombrado por el Gobierno? Con estos precedentes, afirmar que en nuestra democracia tutelada existe la separación de poderes, no es más que una simple broma.
Los ciudadanos adultos no podemos resignarnos ante esta democracia capitidisminuida. Debemos reformar nuestro sistema, pero nadie se atreve a hablar de ello. Desde Foro Andaluz estamos invirtiendo en pensamiento, y comenzamos a predicar con nuestro propio ejemplo.
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