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Extremeños en Cataluña, entre la preocupación y la expectación

Más de 124.000 extremeños están llamados hoy a las urnas. «Sea cual sea el resultado, la sociedad está dividida», lamentan. El arraigo por la tierra determina la preferencia de los emigrantes por votar en contra de la independencia.

Extremeños en Cataluña, entre la preocupación y la expectación – Extremeños en Cataluña Tomás Cabezas fue uno de los muchos extremeños que un día dejaron su tierra en busca de mayor calidad de vida. Trabajo no le faltaba en su localidad natal, Retamal de Llerena, pero «¿qué vida me esperaba a mi en un pueblo de 500 habitantes? Tenía 20 años y me dejé llevar por la juventud», cuenta. En 1973 cogió la maleta y se fue a vivir a Santa Coloma de Gramanet, en Barcelona, donde ya residía un hermano y donde lleva asentado más de 40 años. Aunque no descarta volverse ahora que está jubilado, precisa este profesor. «Conozco a varios matrimonios extremeños que están pensando en regresar a Extremadura si la cosa se pone mala», dice. La clave de su futuro estará en lo que ocurra hoy en las urnas.

El prefiere esperar, quedarse para disfrutar de sus hijos y de su primer nieto que acaba de llegar al mundo y ser optimista. «Si te digo que no hay preocupación por los resultados de las elecciones te miento, pero si se llega a abrir el proceso de independencia no será de un día para otro, tardará en llegar», confía.

Tomás preside una de las 22 asociaciones de extremeños que hay en Cataluña, en concreto, la de Santa Coloma, que cuenta con unos 900 socios aunque la presencia extremeña en la población es mucho mayor. Entre estos, «los hay bastantes pesimistas, alguno iniciando incluso los trámites para empadronarse en Extremadura, y otros como yo que esperamos que no llegue la sangre al río». Por sus contactos, afirma que la mayoría de los emigrantes residentes en la región catalana son contrarios a la independencia, «aunque hay de todo. La tierra tira, pero también conozco a algún extremeño partidario».

Pero son sobre todo sus hijos, los descendientes de los 124.000 extremeños que residen actualmente en Cataluña, mayoritariamente en la provincia de Barcelona, los que marcan el nuevo ritmo de estos decisivos comicios autonómicos, que se han convertido en plebiscitarios para muchos de estos emigrantes. «Aquí vamos a votar principalmente el sí o el no», matiza Tomás. «Hay algunos hijos a los que les influye el origen de sus padres, pero a otros muchos no», como es el caso de una de sus sobrinas de padres extremeños: «esa es independentista a más no poder», prosigue.

Esa disparidad tiene una explicación lógica desde el punto de vista sociológico. «Cuando nos trasladamos a otro espacio cultural se suelen mantener las costumbres de origen, pero esto normalmente desaparece en las segundas generaciones y ya no digo en las terceras y cuartas. Hay un proceso de conversión», explica Domingo Barbolla, sociólogo y antropólogo de la Universidad de Extremadura (Uex).

En el caso de esas segundas generaciones, «si la convivencia es aceptable, en general hay un nivel de acercarse a los valores específicos de la comunidad e incluso remarcarlos. No es de extrañar, lo hemos visto en el País Vascos e incluso en ETA con algún integrante llamado Gutiérrez. Se radicalizan mucho más, por lo que es probable que esa parte de la población de origen extremeño, andaluz o castellano tenga hijos o nietos que sean más catalanes que los catalanes, que afiancen esos valores como dominantes». Barbolla precisa que es una forma de reforzar la identidad que está ligada a la afectividad, «si no la gente no se moviliza tanto». «Todo esto tiene que ver con cómo se construye el sujeto, además, casi siempre de una clase media o baja, que se siente poco valorado y entiende que cuanto más asuma los valores que le rodean más fácil va a ser generar una movilidad social ascendente. Para eso necesita hablar perfectamente catalán, porque ser de segunda generación tiene un estigma aún y ellos lo van a negar por supervivencia», explica.

Es lo que podría ocurrir en el caso de Jorge García. Su madre es de Extremadura, de Ibahernando, y su padre de León. Nació en Cataluña, habla catalán, pero en casa normalmente habla en castellano, le gustan muchas cosas de España, pero no quiere ser español. «Yo no estoy en contra de España, pero ya se ha intentado todo con el Estado, nos está perjudicando continuamente». Por eso para él la solución es partir de cero y solos: «si tenemos un Estado que no funciona, mejor crear uno nuevo». Sus mensajes son parte de la campaña de una asociación (Súmate) que trabaja a favor del derecho a decidir destinada principalmente a esa pata importante del censo electoral, los emigrantes españoles residentes en Cataluña, que son más de 1,3 millones, los mal llamados charnegos.

En ellos se han centrado gran parte de los discursos políticos durante la campaña electoral, porque son más del 20% del electorado. Los otros catalanes como Tomás, con su rechazo mayoritario, se han convertido en el objetivo de los partidos generalistas, que buscan conquistar a los nacidos en otras comunidades para frenar las ansias secesionistas que los propios consultados achacan a los tiempos de Pujol.

EL 27-S Ni el día elegido para acudir a las urnas, hoy 27 de septiembre, parece casual. «Es totalmente intencionado, el jueves fue la fiesta de la Merced, es puente en varias poblaciones y muchos emigrantes aprovechan estos días para salir de la comunidad», apunta Manuel Guerrero, presidente de la Federación de Asociaciones Extremeñas en Cataluña. El se trasladó de Azuaga a Barcelona con apenas 14 años, su familia buscaba trabajo, pero no ha perdido el vínculo con Extremadura a pesar de llevar allí prácticamente toda su vida, dedicado principalmente a su gestoría y a su familia. «Yo me siento extremeño y catalán». Rechaza de lleno este proceso y alerta de las heridas que ya está produciendo. «En la calle hay gente que teme manifestar su opinión porque parece que estás en contra de Cataluña y en casa, es un tema que tampoco se toca», reconoce Manuel.

Y es que en esta ocasión, esa mayoría silenciosa que se queda en casa en demostraciones de fuerza como la Diada, está más unida que nunca. «Hasta ahora los únicos que se movilizaban eran los que estaban a favor de la independencia, pero entre los contrarios la gente está también muy motivada ante estas elecciones. Espero que se de la vuelta a los resultados que espera esa coalición que busca el sí y que si logra más votos se desvanezca por conflictos internos, porque no es tan uniforme como parece ahora. Estamos expectantes», dice.

En la misma línea que Tomás, el presidente de la federación que representa a una mayoría de extremeños en Cataluña, señala que «hay una parte de los descendientes de emigrantes que apoyan la independencia porque ha calado ese mensaje de que España nos roba y creen en una vida mejor. Aquí esta sensación se viene repitiendo desde hace mucho tiempo y no se ha salido al paso, no se ha hecho nada y al final ha calado como una doctrina. El gobierno no ha reaccionado a tiempo y partidos de todos los signos han contribuido con pactos nacionalistas, viene de atrás», insiste.

MUCHAS PREGUNTAS El problema principal que estima el sociólogo en este caso, como el que ven los extremeños consultados, es que «en el fondo nadie les ha explicado qué supondrá la independencia, cómo se llegarían a negociar las pensiones por ejemplo, y no me extraña que esas personas digan qué va a pasar con esos recursos en los últimos años de su vida», insiste Barbolla. Y éste es uno de los principales temores de otro extremeño que también se siente «catalán y español», Manuel Jesús Perianes. «Si no nos garantizan las pensiones y nos obligan a vivir en otro país sería el primero en volver a Extremadura aunque tuviera que dejar a mis hijos aquí», señala el secretario del Hogar Extremeño de Tarragona. Manuel Jesús nació en Garrovillas de Alconétar (Cáceres) pero lleva 40 años en Cataluña. «Me vine por gusto, a vivir la vida, me dedicaba a la construcción», cuenta.

El vicepresidente de este colectivo que aúna a un centenar de asociados no es extremeño, sino de Córdoba, pero comparten opinión. Ambos señalan que en la zona de Tarragona los emigrantes extremeños están tranquilos. «La independencia no la vemos muy viable, la mayoría nos sentimos españoles, como muchos de nuestros hijos».

Pero la preocupación y la intranquilidad de quienes han construido su vida en esta comunidad es inevitable, porque la herida ya está abierta y seguirá mañana lunes. «Sea cual sea el resultado, la sociedad catalana está dividida. No te encuentras a gusto como antes y ya no se puede hablar, no te apetece porque no sabes como puede sentar», dice Carmen Arroyo, la vicepresidenta del Hogar Extremeño en Barcelona. «Yo amo Cataluña, a veces me identifico más con uno que ha nacido aquí que en Extremadura, tengo muchos amigos independentistas y nos respetamos, pero el ambiente está enrarecido. Están muy tozudos con el tema y sólo espero que se resuelva pacíficamente», lamenta esta extremeña que reparte el tiempo entre su familia y sus dos trabajos: monitora en un comedor escolar y secretaria.

Carmen, que ya sospechaba de un conflicto de este tipo cuando comenzaron a crearse las autonomías, refrenda lo mismo que la mayoría: «Con esta situación, los contrarios a la independencia hemos salido con más fuerza» para frenar «este absurdo». Nació en Navalvillar de Pela y se fue a Badalona en el año 71. En principio iba para un mes, pero le encantó la comunidad y sus gentes para formar su vida. Quería independizarse, dice, pero de su casa, no de su país. Ancla http://www.elperiodicoextremadura.com/noticias/extremadura/extremenos-cataluna-preocupacion-expectacion_893485.html

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