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Una costumbre ancestral: Las “lloronas” de Garrovillas de Alconétar

Lastima que Tele 5 no las emitiese. (En television el sensacionalismo vende más que el rigor histórico, la falta de tiempo hace el resto).  En el siglo XVIII el pueblo llano siguió manteniendo costumbres muy arraigadas que serán muy combatidas tanto por los ilustrados como por la Iglesia, que tratarán de mantener la ortodoxia tradicional y tacharán algunas de estas manifestaciones populares de «heréticas». A veces sucede, como en Garrovillas, que las plañideras («lloronas») acuden a los entierros, siguiendo la costumbre de las antiguas plañideras egipcias y griegas, para dar muestras de dolor acompañando al cortejo fúnebre. Las lloronas reciben por sus servicios un celemín de higos (acomulgau), de ahí la expresión «lloramí bien llorau y te daré un acomulgau», producto más tarde sustituido por una «metailla» de aceite. (Marcos de Sande, Del folklore garrovillano…). (Otra versión reza: «llórame bien llorao y te lo daré colmao», Gutiérrez Macías, Semblanzas…) Esta costumbre ancestral parece remontarse a la Edad Media y puede tener incluso, un origen más remoto. Hasta tal punto llega esta práctica en la localidad, que en la década de los años 30 del siglo XVIII el obispo de Coria, don Miguel Vicente Cebrián advierte al párroco de San Pedro lo siguiente:

 

«Que por quanto nos hemos informado que las viudas, madres, hijas, suegras, nueras, las parientas y otras mujeres respectivamente asisten a los entierros de sus maridos, hijos, madres, hiernos, suegros, llorando, dando gritos y descomponiendose en voces, y que esto mismo executan por algun tiempo sobre las sepolturas (sic) de los dichos, de forma que impiden la celebracion de los divinos oficios y son motibo de distracion a los sacerdotes que estan celebrando misa, mandamos se abstengan de semejantes llantos, lloros y gritos y voces, pena de doscientos maravedis a cada uno de los que contravinieren, los quales les exija y cobre dicho vicario, cura, rector… y si advertidas de que callen no lo hicieren, las expela de la Yglesia.» (ADC. Libro de Visitas. Parroquia de San Pedro. Leg. 97. Garrovillas de Alconétar)

Este hábito va a mantenerse en Garrovillas al menos hasta comienzos del siglo XX, por este motivo se conocerá a Garrovillas como el pueblo de los llorones, (Rodríguez Moñino, Diccionario, pág. 159) pero lo cierto es que no sólo existió aquí este singular oficio, sino que también existieron llorones en Hervás, Coria y las Hurdes, por citar algunas localidades y comarcas. Varios testimonios recogen la actuación de estas «lloronas pagadas» que acompañaban al cadáver con gritos, lamentos y voces, a comienzos del siglo XX:

«El cadáver colocado en la caja se pone en el portal a dos pasos de la puerta; el acompañamiento espera la llegada del cura y las ‘lloronas’ también, que redoblan con la familia sus clamores cuando sacan el cadáver… Se hacen tres paradas durante el tránsito para entonar el responso (entonces callan las plañideras).» (Marcos Arévalo, Nacer, vivir y morir en Extremadura…)

Los llantos descompuestos de estas mujeres llorosas y lastimeras no sólo interrumpían al sacerdote que oficiaba el funeral, sino que eran motivo de risas por parte de los feligreses que acompañaban al difunto y a sus familiares. Por esta razón, el visitador don Domingo Merino Larrañaga, daba el siguiente mandato a la parroquia en la primera década del siglo XVIII, con el fin de erradicar la costumbre que califica propia de gente «bárbara»:

«…por quanto emos visto y reconocido que en los entierros lloran en esta villa las mugeres con descompostura de que se origina lo uno la perturbazion de los sacerdotes que estan zelebrando y lo otro la indezencia que en el templo se origina, moviendo a irrision a los fieles, siendo las yglesias dedicadas a dios para que los cristianos lloren sus culpas siendo los llantos mencionados arriba especie de Barbarismo que debe remediarse, mandamos que ninguna muger llore en semejantes funciones, pues menos inconveniente es que se queden en sus casas que no vaian a alborotar la yglessia, lo qual cumplan pena de excomunion mayor y de doze reales aplicados a la fabrica de esta yglesia…» (ADC. Libro de Visitas. Parroquia de San Pedro. Leg. 96. Garrovillas de Alconétar)

José María Velaz ®

 

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