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«Sientes desolación al ver el dolmen, pero no puede haber decisiones a la ligera»

No solo es una voz autorizada en arquitectura megalítica y un experto en el legado histórico que esconden los pantanos de la región, sino que además, Enrique Cerrillo Cuenca (Cáceres, 1977) ha sido uno de los primeros en empezar a tomar los datos que permitirán monitorizar a partir de ahora el dolmen de Guadalperal («dolmen, no crómlech, como se llegó a considerar», incide) dentro del grupo de trabajo que el Ministerio de Cultura y la Junta de Extremadura acaban de constituir. Formado en la UEx y doctorado con una tesis sobre el Neolítico en el Tajo, desde hace más de una década investiga el megalitismo en los embalses de la cuenca (en especial la necrópolis de Guadancil en Garrovillas de Alconétar) y ha desarrollado un modelo de análisis que se aplicará ahora en el conjunto de Guadalperal. Ha sido investigador del CSIC hasta hace poco más de una semana y acaba de recalar como profesor de Prehistoria en la Universidad Complutense de Madrid y en el grupo de expertos que planificará cada una de las actuaciones que se llevarán a cabo con este pedazo de patrimonio que la sequía ha sacado a la luz y cuya imagen ha dado la vuelta al mundo.

–¿Cuánta tarea queda por delante con Guadalperal?

–Mucha. Porque en el grupo tenemos el doble objetivo de realizar una investigación sobre el dolmen y su desarrollo a lo largo de la prehistoria y tomar decisiones sobre su preservación y conservación. En mi caso, como arqueólogo, tengo la función de extraer toda la información sobre el sitio en cuanto a quiénes lo construyeron y qué significa, y también de recopilar esa información de forma exhaustiva. Hay que documentar el conjunto para que si hay alguna afección, no se pierda la información de carácter histórico que contiene ese espacio. La recogida que hemos realizado ahora allí es con una intencionalidad arqueológica, pero también para tener una información precisa con la que poder plantear una estrategia de investigación a corto y a largo plazo.

–¿Pero de aquí en adelante, qué hay que hacer y cuánto se estima que durará su trabajo?

–Es difícil saber la duración que puede tener esto. Pero es cierto que hay tomar decisiones de calado y que sean consistentes, por lo que lo lógico es que se trabaje a largo plazo en esta comisión. No se trata de estudiar el monumento en sí, sino todo el enclave en el que se inscribe y toda una serie de yacimientos similares al dolmen de Guadalperal.

–¿Y qué tipo de decisiones habrá que tomar a partir de ahora desde el punto de vista arqueológico?

–Yo en concreto llevo más de 12 años trabajando en los dólmenes del embalse con un proyecto de investigación en la necrópolis de Guadancil en Garrovillas de Alconetar y la experiencia me dice que el trabajo continuado será el que empiece a dar frutos. Eso requerirá mucho trabajo de campo, también de archivo y de análisis de la inmensa cantidad de datos que hemos tomado. Hace falta tiempo para poder hablar de decisiones.

–Con el revuelo que se ha montado en el último mes, da la impresión de que este monumento no existía hasta que la sequía lo sacó a la luz.

–Pero para nosotros no era un desconocido y de hecho lo hemos estado considerando en todos los trabajos que hemos realizado en los otros conjuntos megalíticos que hay en el embalse. Lo cierto es que cuando ha aflorado es cuando hemos podido trabajar sobre él porque no emergía desde los años 90.

–¿Y cómo puede afectar a la investigación ese revuelo social y la dimensión mundial que ha adquirido el conjunto de Valdecañas?

–Hay que reconocer que la noticia ha servido para poner sobre la mesa un debate que era necesario sobre la divulgación, aunque también es cierto que hemos trabajado en otros sitios similares y no han recibido tanta atención. Hay que analizar por qué ha tenido esta dimensión y abrir un debate sobre cómo los arqueólogos y conservadores tenemos que mantener una transferencia de conocimiento con la sociedad que creo que en este caso ha sido positiva. Creo que ha sido bueno que se haya divulgado y, en todo caso, siempre será más perjudicial que haya una mala divulgación o que sea inexacta. Aquí por ejemplo se le catalogó como crómlech.

–Y no lo es…

–Guadalperal es el maravilloso esqueleto de un dolmen y ese es uno de sus problemas. No es la imagen que asociamos a un dolmen porque lo que estamos viendo no es más que la construcción interna del túmulo y de una cámara funeraria, y la razón es que cuando se excavó la zona en los años 20 se eliminó su cubierta. Ahí empezaron probablemente sus afecciones, que se pueden haber agravado después con el embalse.

–Pero sin embargo ustedes se han mostrado a favor de no mover el dolmen y eso supone que de nuevo quede cubierto por el agua ¿eso no lo va a dañar más?

–Es la cuestión clave. Yo no puedo proponer ninguna acción porque cualquier decisión debe llegar de la comisión de trabajo en la que me integro. Como arqueólogo lo que puedo decir es que no se puede hacer un traslado sin una documentación arqueológica previa, que es lo que hemos estado haciendo ahora. Esa documentación es la que garantiza que si hay que tomar cualquier decisión no perdamos ningún tipo de información y la que va a permitir que la recuperación del sitio sea lo más perfecta posible. Con todo eso, no es una decisión que se pueda tomar de forma precipitada. Hay que planificar y eso lleva mucho tiempo.

–Socialmente impera la sensación de que mientras se toman decisiones se está dañando más el conjunto bajo el pantano.

–Aquí hay una cuestión emocional. Extremeños y arqueólogos coincidimos en cuanto a la desolación que sentimos cuando vemos el dolmen. Pero sobre ese hecho, los arqueólogos, nuestra profesión, establece cuestiones éticas y deontológicas por las que no se puede tomar una decisión de este tipo a la ligera sino solo con un trabajo de campo previo.

–¿Pero qué información se podría perder con un traslado?

–Desde datos de paleoambiente a la posibilidad de obtener dataciones de carbono 14, de recuperar algún hábitat asociado al dolmen. Hay mucha información que no se podía obtener cuando se excavó en los años 20 y que los medios hoy sí lo permiten.

–¿Y una vez que se obtuviera esa información sería posible plantearse un traslado?

–Todo es posible, pero es una decisión que depende de toda la comisión. Por otro lado, el hecho de que se traslade el monumento no garantiza que no vaya a sufrir erosión, porque esa estructura está diseñada para estar completamente cubierta por un túmulo. Es una decisión que necesita de una reflexión mucho más profunda de lo que la gente piensa.

–Pero parece que hay riesgo de que la zona en la que está enclavada el conjunto tiene riesgo de venirse abajo.

–Es cierto. Cuando hemos trabajado en los embalses hemos visto que la zona del dolmen está afectada por un desmoronamiento, pero no el dolmen en sí, sino los montones de piedras y de tierra de la excavación de los años 20. Lo que se vería afectado por tanto no es lo que queda del monumento in situ, sino lo que ya se desplazó entonces.

–¿Si había certeza de que ese monumento estaba bajo el pantano, por qué no se ha hecho nada antes?

–Es un problema del pasado que se proyecta al futuro con más fuerza y Guadalperal no es el único caso. No hubo una planificación arqueológica previa a la creación de los embalses y en los pocos casos que se hizo alguna actuación, se hizo de una forma particular que ha proyectado el problema hacia al futuro, como pasa en el caso de este conjunto megalítico. Pero lo positivo de todo esto es que ya sí se ha tomado conciencia de lo que está ocurriendo. Ahora lo que habrá que hacer también dentro de esta comisión de trabajo es poner los medios para proteger de forma efectiva todos los yacimientos que hay.

–¿En un futuro podrían ser esos conjuntos un recurso turístico?

–Extremadura es muy rica en patrimonio megalítico, con conjuntos como el de Lácara que son únicos en la península. La infraestructura para rentabilizar el patrimonio megalítico ya está, pero hay que vertebrarlo. En el caso concreto del conjunto de Guadalperal, con los problemas que tiene, lo que hay que hacer es una difusión sensata y hoy en día tenemos muchas soluciones para acometerlo más allá del traslado. Pero soy optimista y creo que una vez que ha aflorado el sitio se podrá aprovechar socialmente este nuevo recurso.

Fuente https://www.elperiodicoextremadura.com/noticias/extremadura/sientes-desolacion-ver-dolmen-no-puede-haber-decisiones-ligera_1189151.html

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