En 1694, el político británico Oliver Cromwell consiguió que el parlamento inglés condenara a muerte a Carlos I.
Tras su ejecución, el autodenomidado «protector de Inglaterra» se acercó al patíbulo, tomó la cabeza decapitada y con ironia no exenta de cinismo, comentó: !Lastima¡ el Rey tenia una salud excelente.Hubiera podido vivir muchos años».
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