Playeros

Que un camarero sea amable se agradece, pero que se identifique con la tierra ya es para nota. Me ocurrió mientras desayunaba en un bar de la capital al que había ido a parar antes de tomar el tren de vuelta a casa. «Yo en agosto me voy a Garrovillas», me contó el empleado de uno de esos establecimientos que me recordaba de mi época de estudiante, convertido ya en un clásico de la ciudad por sus gigantescos bocadillos de calamares, dignos representantes de la gastronomía española de batalla, mejores incluso que las hamburguesas de multinacionales que pululan por todas partes como si la comida rápida fuese exclusiva de ellas.

Resultó que aquel tipo que pasaba de los 50 tenía casa en el pueblo, como le gustaba decir, y allí se iba cada verano a disfrutar de la familia y los toros de agosto en la plaza porticada. Y se le notaba encantado. Cogía el tren en Atocha y se plantaba en su playa particular. Me pareció que, una vez más, se cumplía el tópico de que Extremadura es el refugio para muchos currantes de grandes ciudades que aprovechan unos días de escapada para plantarse en su destino preferido y ahorrarse el dinero que supondría coger el coche camino de la playa.

Y el camarero lo refrendaba: «No está la cosa para gastar mucho este verano», me decía mientras servía cafés a precio reducido y bocatas para todos los gustos. Y así fue cómo salir del local comprendí que nuestros pueblos serán siempre un lugar estupendo donde bañarse, tomar cervezas a menos de un euro y, sobre todo, disfrutar de la naturaleza. Ojalá que fuera así todo el año porque eso significaría que la campaña turística les da más vida. Seguro que nuestro paisano estaría muy de acuerdo.

fuente http://www.elperiodicoextremadura.com/noticias/opinion/playeros_745035.html