Si es cierto esto que leo aquí arriba, solo me atrevo a decir: “me exilio a martes y allí me empadrono”.
Una de las características que debiera diferencias el vulgo de los regidores tendría que ser la mesura, parece que esa cualidad le pasa un poco (mucho) como al sentido común, que es el menos común de los sentidos.
Todos, y digo todos, lo que acceden a un cargo público deberían ser preparados para ser ecuánimes en la mayor de las medidas de sus posibilidad, ser condescendientes y todos los calificativos que queráis poner, una vez que se consiguiera formarlos en el mejor de los tratos humanos, examinados, y el que no tuviera actitudes y aptitudes al rincón del pensamiento.
Siempre se ha dicho que la mentira debiera de ser un pecado imperdonable en los cargos electos; pero tan importante como eso, me parece a mí el guardar sigilo de aquellas cuestiones a las que tienen acceso por mor de su posición.
En más de una ocasión aprovechándose de la posición, se han publicado datos y documentos que estoy seguro que hubieran sido reprendidos si se hubiesen llevado a efectos las acciones judiciales correspondiente, y no soy yo de los que me gusta judicializar la política, pero como dice el refrán: “vale más una vez la cara colorada que cien amarilla”.
Pero si grave me resulta publicar datos y reseñas de acciones políticas de los adversarios, mucho más me lo parece cuando lo que se publican son las cuitas, las necesidades y desdichas de quien tiene que pedir ayuda para sacar su familia adelante, además con el agravante de publicar cierta alegalidad de favores a la persona para enaltecimiento propio.
Yo que suelo ser extenso en mis exposiciones, no diré nada más, el hecho se califica por sí solo.
Julio Saavedra Gutiérrez
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