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El mantel de la Última Cena y los caballeros templarios

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    cesar
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    Ilustración: Borja González Hoyos

    Pocos lugares tan mágicos comoel castillo de Alconétar y su torre de Floripes. Y pocos tan sagrados como la catedral de Coria. Y puede que estén unidos por un objeto sagrado…

    Porque fue en Alconétar, a orillas del río Tajo, donde los caballeros templarios edificaron una fortaleza sobre las ruinas de un templo romano. Cuenta la leyenda que allí custodiaban, entre otros objetos mágicos, un mantel que, al conjuro de determinadas invocaciones, se llenaba prodigiosamente de todo tipo de manjares.

     Tras la disolución de la Orden del Temple, se “descubrió” en el subsuelo de la catedral vieja de Coria una reliquia, que la Iglesia afirmaba era el mantel empleado durante la Última Cena.

    La leyenda se reafirma si observamos que las tradiciones señalan que el mantel, junto con otras muchas reliquias, fue llevado a Roma por Santa Elena, madre del emperador Constantino. Desde allí pasaría al “Tesoro de Carlomagno” y éste la llevaría a Extremadura, y concretamente a Alconétar,  donde cuenta la leyenda que el emperador luchó contra  Fierabrás , emperador de Alejandría. Tras la derrota de Fierabrás, el emperador quiso festejar la conquista con un banquete, pero no había comida, y es aquí cuando la leyenda toma dos direcciones.

    Unos afirman que utilizó el Mantel de la Sagrada Cena, que llevaba en su equipaje, mientras otros declaran que un musulmán cautivo le reveló la existencia, bajo la Torre de Floripes, de un tesoro del que formaban parte unos “manteles mágicos” que, al  conjuro de ciertas fórmulas mágicas, hacían surgir de la nada toda clase de alimentos y bebidas deliciosas, hasta quedar los comensales tan satisfechos que no necesitaron nada más en tres o cuatro días.

     

    Sea como fuere, cuentan que allí lo encontraron los templarios, siglos después, al tomar posesión de Alconetar en 1167.  La leyenda cambia ahora los “conjuros” por “rezos”, y afirma organizaban cada Jueves Santo una comida de caridad, con los “manteles mágicos” expuestos sobre una gran mesa en el patio del castillo. Cuando el capellán recitaba estas misteriosas invocaciones, aparecían de la nada toda clase de alimentos que eran repartidos, sin límite alguno, entre los necesitados de la comarca.

    El mantel de la última cena (Ángel Briz)

    La primera referencia documental es de 1404, cuando Benedicto XIII, el llamado Papa Luna, otorgó una bula por la que reconoce su autenticidad y permite su exposición y culto cada 3 de mayo en el balcón de  la cercana catedral de Coria. Miles de personas acudían a contemplar y tocar un mantel de lino blanco y azul al que se le atribuían propiedades milagrosas, y tal era el fervor que se desataba que, temiendo por la integridad del mantel y de los fieles que luchaban por tocarlo, el obispo Juan Álvarez de Castro prohibió las ostensiones públicas en el XIX.

    En unos minuciosos estudios llevados a cabo en 1960 por el Museo de Ciencias Naturales de Madrid se llega a la conclusión de que el tejido fue tejido en el siglo I aproximadamente.

    En el año 2007, y según narra es su crónica para El Mundo el periodista Jaime Lázaro el prestigioso equipo del ex miembro de la NASA John Jackson de la Universidad de Colorado (quien también ha analizado la Sábana Santa de Turín), investigó a fondo la pieza de Coria y obtuvo unos datos asombrosos.  Textualmente, se falla que la ciencia confirma que eso que el mantel es perfectamente coherente con el tipo de tejido, el tipo de textura y el tipo de lino usado en Palestina en el siglo I que las las similitudes con el  Santo Sudario de Cristo se han demostrado  evidentes.

    Jackson fue quien descubrió que la figura del Sudario de Turín es una imagen tridimensional, y la intuición del ex científico de la NASA, incluso antes de conocer la existencia de la tela de Coria, era que la Santa Síndone tuvo que ser un mantel, por la precipitación con la que fue enterrado Jesús.

    Para los investigadores, la Sábana Santa y el mantel extremeño fueron usados conjuntamente en la Última Cena, ya que para los judíos, en las grandes solemnidades, y la Pascua es la mayor de ellas, era común utilizar dos manteles de manera ritual, para recordar la travesía por el desierto tras abandonar Egipto.

    El mantel puede contemplarse ahora en el museo catedralicio de Coria, en la sala de las reliquias, guardado en una arqueta mejicana de plata entreabierta desde la que se puede contemplar la reliquia en la que supuestamente cenó el mismísimo Jesucristo.. Una reliquia que, como todas, se basa en la fe de cada uno.

    Los creyentes no necesitaran el veredicto de la ciencia, los racionalistas considerarán inconcluyentes los  resultados de los estudios y los amantes  de las leyendas  creerán a pies juntillas en la magia ocultista del mantel templario. Hay para todos. Es lo bueno de los sueños, aunque se guarden en arqueta de plata.

    El mantel de la Última Cena y los caballeros templarios

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