Estaba recordando una escena que viví en primaria, cuando la maestra riñó a una compañera porque decía “asín que”, y los buenos estudiantes la mirábamos como diciendo “qué cateta”. Asín se la “educaba” a ella y también a nosotros sobre lo que es un vulgarismo y lo que es lengua culta. No importa que a pocos kilómetros de ese colegio, nuestros vecinos portugueses pudieran usar la expresión “assim que” sin temor a que nadie les riñera. Es cuestión de pura arbitrariedad que nuestra manera de hablar sea considerada de incultos y de cultos la suya, al otro lado de una raya que siempre ha sido permeable pese al interminable empeño de nuestros reyes en enfrentarnos. Nuestra norma la elige Madrid. Y no hay más que hablar. Nosotros somos los catetos. En Elvas hablan bien. Azares de la historia y del poder.
También recuerdo que a esta compañera la reñían cuando decía “poh” en vez de “pues”. De nuevo, los buenos estudiantes la mirábamos como diciendo “qué cateta”. Menos mal que uno con los años se da cuenta del carácter discriminatorio de cierta manera de entender la educación. Y ya puesto a bucear en los recuerdos, me ha venido a la mente cuando, de niño, un primo mío me habló de un chaval muy “burro” que le había tocado al lado en la cola en la feria de un pueblo de la provincia de Badajoz. Para explicarme por qué era tan “burro”, me dijo que le había gritado a un amigo: “¡Chacho, arrempújate p’allá!”. Años después, hace un par de semanas, ví el verbo “arrempujar” utilizado en un bonito poema en estremeñu. Cuando tanta gente, en un ámbito geográfico determinado, usa “mal” una palabra, no puede ser, por definición, una palabra mal usada.
Nuestra manera de hablar no es producto de la incultura, sino de la mezcla de lenguas latinas mozárabes con las que venían del norte (asturleonés, castellano y galaicoportugués). Cada una de ellas con todas sus influencias previas. Aunque hoy, cada vez más, es resultado de esa búsqueda de la uniformidad que mata la riqueza. ¿Por qué no se reconoce también como normativa la manera extremeña de hablar el español, si el español normativo sólo lo habla un porcentaje ínfimo de los hispanoablantes? ¿Por qué los locutores de Canal Extremadura, por ejemplo, y de otros medios extremeños hablan como si fueran de Valladolid, aunque sean de Montijo o Valencia de Alcántara? Es como si los periodistas colombianos tuvieran que hablar también según la norma peninsular. No tiene ningún sentido.
Y para terminar, el poema completo de Cruz Díaz al que hago referencia más arriba:
Gritu estremeñuArrempujandu sentiris,aventandu las querencias,abriendu los nuevus surcusde esta nueva sementera,vamus palantri, estremeñus,enanchandu las vereas,abriendu vuelus al monti,danduli riegu a la siembra. Semus un pueblu que sufri,semus un pueblu que sueña,semus un pueblu cansaude estal callau a la espera,en los surcus del trabaju,los jrutus que nunca llegan. Dejemus de estal quietinuscumu sombrajus de siestai farrunguemus de golpila hiel de la vestimenta.¡Vueli en el aire la antiguased de la sangri estremeñai sueni con rabia el gritudel llantu de nuestra tierra! Fuente: https://elmiajondeestremaura.wordpress.com/2015/07/14/si-es-que-los-extremenos-hablamos-muy-mal/
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