Ni por asomo la culpa del fracaso escolar estrepitoso que se da en nuestro país la tienen los profesores. Ni de cerca la cantidad de vacaciones que tienen influye de modo negativo en los índices de fracaso.
Desde hace muchos años, desde mucho antes de la nefasta Logse, el período vacacional de los docentes en España era el mismo, con las matizaciones que quieran hacerse, que el actual, y nuestro país copaba los primeros puestos de calidad educativa entre los países desarrollados.
Tal vez la culpa la tengan en parte los maestros pero, si esto es así, la razón no es otra que la desmotivación atroz que sufren algunos, ante la impotencia de verse desbordados por la indisciplina de unos alumnos conflictivos, que revientan las clases y contra los que las estúpidas y muy políticamente correctas normas educativas no valen absolutamente de nada.
No, no busquen ahí la causa de ese cáncer, búsquenla más bien en la pérdida de valores de una sociedad en la que la disciplina, el sacrificio, la búsqueda del conocimiento y el respeto a los que son más sabios, tienen más autoridad o, simplemente son mayores, se ha sustituido por el culto al dinero fácil, a las apariencias. Búsquenlo en chicos que abandonaban el colegio con 16 años para irse a la construcción a cobrar sueldos de médico.
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