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La Plaza: Una maravilla dormida en los tiempos

Una de las doce plazas mayores de España.- Casas del siglo XV.- Un friso de tejados, Chimeneas y campaniles.- El palacio de los Condes de Liste.- Las posadas, lugar de trajinantes y arrieros.

La primera impresión del viajero cuando da vista mayor – plaza de la Constitución -, cualquiera que sea la entrada elegida, será la del asombro. Efectivamente, se encuentra ante un conjunto arquitectónico excepcional. Una plaza que ha sido elegida para producciones cinematográficas y de televisión como prototipo de la arquitectura rural de la Edad Media. Cuando la administración turística española quiso representar las doce mejores plazas mayores de España, la de Garrovillas fue una de las preferidas. Cuando, a comienzos de siglo uno de los pintores más representativos del expresionismo español, el vasco Carlos Lezcano, intento perpetuar los mejores vestigios medievales, el lienzo de la plaza se convirtió en una obra maestra de la pintura contemporánea.

Recomendaríamos al viajero que su primera visita a la plaza (por que si es buen degustador de las sensaciones artísticas a buen seguro que repetirá la visita) la realizara a través de la embocadura de la antigua Corredera (hoy Ramón y Cajal) para que domine mas prontamente el escenario. Ante él, una plaza, de algo mas de cuatro mil metros cuadrados, flanqueada de casas, en su mayoría de dos plantas, con soportales apoyados en columnas de granito y arquerías de ladrillo. Sobre ellos se alzan galerías de ventanales con esbeltas columnas y arcos de medio punto. Las edificaciones más antiguas son del siglo XV, de trazado gótico, aunque con muy clara influencia mudéjar. El resto de las casas son posteriores pertenecientes a los siglos XVI y XVII, aunque lamentablemente algunas hayan sufrido reformas que desequilibran la nobleza de la arquitectura primitiva. Decíamos que la primera sensación seria la de asombro. El espectador, situado en la embocadura de la Corredera, contemplaría al frente y al fondo la iglesia de San Pedro Apóstol, su alta torre, y si el tiempo le fuera propicio, hallara sobre ella el revuelo de las decenas de cigüeñas que allí anidan. Siguiendo hacia la izquierda, el viajero no olvidara jamás el prodigio que su mirada abarca: en primer plano el lienzo de plaza mejor conservado, el compendio entre las calles de Mendos e Hierro. Los soportales, las arquerías, en arriesgado equilibrio, las ventanas de las galerías en forma de arco o cuadrangulares hasta llegar al poste del Cabildo, lugar de congregación antaño de los clérigos que regentaron las múltiples capellanías, vicariatos y cofradías.

Alzando la vista, abarcará el friso que le ofrecen los tejados, las múltiples chimeneas y, como fondo, el campanillo del convento de Nuestra Sra. de la Salud (Monjas Jerónimas) y la monumental chimenea de dos cuerpos, adornada en su cima con el inevitable nido de cigüeña. En definitiva, todo una sucesión de planos en perfecto equilibrio y nobleza. A la derecha del indicado poste del Cabildo, encontrará una mansión ya restaurada y de seguido una casa gótica, con un estilizado doble ventanal, rematado por el escudo heráldico de los Perero. Continua el arco en ojiva de ladrillo, de la calle de San Pedro, otro de los cuatro que daban acceso al la plaza. Proseguirá mirando a su derecha y contemplando el vasto edificio del Palacio de los Condes de Alba de Liste, antiguos señores de la villa y luego propiedad particular.

El palacio, con su gran empaque señorial, en el que destacan cuatro cuerpos diferentes. El primero, de piedra de granito con una gran portada en arco -hoy cegado- que servia de entrada al zaguán para acoger carruajes y cabalgaduras; mas arriba, un balcón con tres cuerpos. El segundo cuerpo del palacio es también de granito con una faja superior de ladrillo y se corresponde con una monumental escalera interior. El tercero se asienta sobre tres arcos formado el portal que cubre la entrada. Encima corre una galería de cuatro arcos, que en el siglo pasado fue lamentablemente cerrada para servir de habitaciones. Primero se abrieron tres ventanas y, más recientemente se convirtieron en los cuatro balcones actuales. Por ultimo, el cuarto cuerpo era de pizarra vista, en el que se abre un hueco en forma de arco de medio punto. La tercera planta -los sobrados- tiene siete amplios huecos con vistas a la plaza. Por desgracia, el tercer y cuarto cuerpo así descritos fueron tapados con un enfoscado de cal que ha quebrado la armonía del recinto. Con el palacio termina la visión de conjunto que al viajero se le alcanza.

Si gira su vista más a la derecha, se encontrará con el lienzo de plaza constituida por las antiguas posadas, en las que coincidían traficantes y arrieros en las muy afamadas ferias con las que Garrovillas contó. Estas son aun las posadas que relatan, en el año 1790, las cartas de la Real Audiencia de la provincia de Extremadura; en las que recalaban: «Los que se dedican a la arriería, conduce cacao, cuero al pelo, añil y grana para tintes que llevan para diferentes partes. También se extraen zapatos de los que se fabrican en la Villa. Hay diez tenerías en la que se curten cada año, ocho mil cueros para suela, parte de esta suela del país, y otra que se trae a Cádiz; mil quinientos cordobanes e igual número de badanas, debiendo advertirse que esta industria prospera y va en aumento. Los telares instalados son veintiséis, dedicados al tejido de lienzo casero, seis de mujeres y los restantes de hombres». Al fin encontrará junto a él dos modernas casas, de finales del siglo XIX, donde antes había un solar, que son conocidas como Fonda de la Reina y Casino de Artistas. Justo donde hemos situado al viajero estuvo uno de los cuatro arcos que tuvo hasta fines del siglo pasado la plaza llamado de las Castañas, pues en tal sitio solían venderse castañas cocidas o encarbotadas.

Bajo el reinado de Felipe IV, a mediados del siglo XVII, se hicieron los locales de las carnicerías, que se sitúan a la izquierda de lo que antes fuera el arco de las Castañas, en la actualidad el corral de comedias. En la fachada existía una lapida con la siguiente leyenda: «Reynando la Cotholica Magestad del Rey Dn Felipe quarto y siendo Conde de esta Villa y Estado el Excmo. Sr. Dn. Luis Enriquez de Guzman, Conde de Alba de Liste y Villa Flor, hizo esta obra en la villa a su consta. Acabose año de mil seiscientos quarenta y siete». Sobre otra lapida se hallaban dos escudos de armas, labrados en piedra, uno de la villa y otro de los Condes. La lapida y los escudos han desaparecido lamentablemente. Más arriba de las antiguas carnicerías, se encuentra el edificio del Ayuntamiento, que ha sido objeto de sucesivas reformas hasta la última en el año 1889. De seguido, nos reencontramos de nuevo con la primitiva arquitectura de esta plaza tan singular tan pronto como remontemos la embocadura de la calle del Hierro. Vuelven los soportales, las increíbles columnas, los arcos , las galerías en difícil equilibrio, desde el terremoto de 1755. Verá el arco de la calle de los Mendos (repare en las viejas puertas de madera de pino que aun quedan); tal vez encuentre en este recorrido, cerca del poste del Cabildo, alguna jaula de perdiz y si es hora adecuada penetre en alguna taberna, solicite un trago de vino de esta tierra, vino joven afrutado, con el que acompañar unos bocados de frite, jeta u oreja de cerdo. La plaza que vamos a abandonar, bajo el arco de San Pedro, camino de la iglesia, se transforma, en la Virgen de Agosto, en ruedo de capeas y de juego de correr el toro.

Una tradición secular que ha servido de guía a todas las fiestas similares de la región. Otra visión insólita de la plaza era la del amanecer, cuando servia de mercado para cuando la tierra y la artesanía popular producían: hortalizas, carnes, aperos, espárragos, flores silvestres, tórtolas, quesos de cabra o de oveja y repostería. Y camino de San Pedro, aparecerán nuevos motivos para lamentar como se erosiona el patrimonio artístico: aquella casa blasonada a la izquierda y a la derecha, una portada mudéjar, profanada.

Texto pertenecientes a la Guía historico-artistica de Garrovillas de Alconetar.

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